Película, como se ha dicho, desigual, pero con innegables valores: un sabor añejo de cine mudo, principalmente en las primeras escenas y en la música, que parece comerse a ratos las palabras; una interpretación colosal, sobre todo de la Hepburn; un aire teatral de comedia de enredo, con todas sus ambigüedades; el toque trágico que forman la locura del padre, la tormenta y esa carrera desesperada a medianoche; y un metraje casi perfecto, de 90 minutos, que evita que se nos haga larga a los espectadores de 70 años después.

Francamente, no tenía demasiadas expectativas, debido a la antigüedad de la película y a la mala calidad el DVD, pero he terminado por pasarlo francamente bien.