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Voto de Klaw:
5
2017
Brian Yorkey (Creador), Tom McCarthy ...
6,7
23 845
Serie de TV. Drama. Intriga
Serie de TV (2017-2020). 4 temporadas. 49 episodios. El adolescente Clay Jensen (Dylan Minnette) vuelve un día a casa después del colegio y encuentra una misteriosa caja con su nombre. Dentro descubre una cinta grabada por Hannah Baker (Katherine Langford), una compañera de clase por la que sentía algo especial y que se suicidó tan solo dos semanas atrás. En la cinta, Hannah cuenta que hay trece razones por las que ha decidido quitarse ... [+]
14 de mayo de 2017
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo es más frío desde que Hannah Baker se suicidó. Las antiguas tonalidades cálidas de los días de instituto han dado paso al azul glacial de los pasillos, fríos y desagradables. No es que el pasado fuera mejor, sino que ahora los oscuros secretos del instituto han salido a la luz y con ellos la verdad latente de la vida del estudiante medio, tanto la de Hannah como la de muchos otros niños. Porque ¿a quién no le han tocado el culo alguna vez y se ha sentido sucia por no impedirlo? ¿quién no ha sido traicionada por algún amigo o amiga que quería ser popular? ¿quién no ha soportado alguna vez la cosificación de sus compañeros por tener las tetas más gordas, el culo más bonito o los labios más sexis? Todas hemos sido víctimas de alguno de estos escarnios o incluso hemos sido participes nosotras mismas.
Esta es la premisa principal de Por Trece Razones, el fenómeno de Netflix que ha arrasado en todo el mundo. La serie se adentra en la experiencia de Clay con las trece cintas que Hannah dejó grabadas antes de tomar su dramática decisión. Trece cintas dedicadas a trece personas, en las que explica el porqué de sus actos.
A partir de aquí la serie se desarrolla adoptando un formato típico del género policial, dando un toque novedoso a lo que de otra manera sería una serie típica de adolescentes estadounidenses. Las cintas sirven de hilo narrativo en una historia en la que pasado y presente van entrelazándose, descubriendo los secretos de Hannah. Netflix junto con Selena Gómez (productora de la serie) se arma de valor y pretende concienciar a sus millones de seguidores sobre el acoso escolar y sobre cómo las acciones más insignificante pueden irse acumulando y hacerse insoportable en la mente de los más jóvenes.
La idea central parece prometedora y las primeras cintas son moralmente interesante en el sentido de que los primeros delitos de los culpables parecen nimios, decisiones que no son extrañas a la mayoría de los adolescentes: escribir una lista de las más guapas del colegio, dejar de lado a tus antiguos amigos por un novio o porque encontraste otros más populares, etc. Verdaderamente te hace reflexionar sobre las consecuencias que estas pequeñas afrentas pueden tener en una persona que se encuentra sola o en un momento difícil.
Pero lo que bien empieza no siempre acaba bien y a pesar del aceptable arranque y la novedosa narrativa, la serie no consigue todo lo que se plantea. No es sólo las quejas que ha suscitado entre los expertos que la acusan de promover el suicidio e incluso el acoso, sino que en términos argumentales deja mucho que desear.
La división en cintas dedicadas a cada personaje funciona en algunos casos, pero acaba volviéndose repetitiva. Muchos de los culpables del suicidio de la joven no dan para llenar los 50 minutos de episodio, con lo que los huecos se rellenan siempre con los mismos motivos: Clay llorando por las esquinas y sintiendo impotencia, Tony haciéndose el misterioso y consolando a Clay y los populares maquinando para evitar la publicación de las cintas, lo que vuelve los capítulos tediosos y resta el dinamismo que otorgaba la estructura en flashback.
Esta es la premisa principal de Por Trece Razones, el fenómeno de Netflix que ha arrasado en todo el mundo. La serie se adentra en la experiencia de Clay con las trece cintas que Hannah dejó grabadas antes de tomar su dramática decisión. Trece cintas dedicadas a trece personas, en las que explica el porqué de sus actos.
A partir de aquí la serie se desarrolla adoptando un formato típico del género policial, dando un toque novedoso a lo que de otra manera sería una serie típica de adolescentes estadounidenses. Las cintas sirven de hilo narrativo en una historia en la que pasado y presente van entrelazándose, descubriendo los secretos de Hannah. Netflix junto con Selena Gómez (productora de la serie) se arma de valor y pretende concienciar a sus millones de seguidores sobre el acoso escolar y sobre cómo las acciones más insignificante pueden irse acumulando y hacerse insoportable en la mente de los más jóvenes.
La idea central parece prometedora y las primeras cintas son moralmente interesante en el sentido de que los primeros delitos de los culpables parecen nimios, decisiones que no son extrañas a la mayoría de los adolescentes: escribir una lista de las más guapas del colegio, dejar de lado a tus antiguos amigos por un novio o porque encontraste otros más populares, etc. Verdaderamente te hace reflexionar sobre las consecuencias que estas pequeñas afrentas pueden tener en una persona que se encuentra sola o en un momento difícil.
Pero lo que bien empieza no siempre acaba bien y a pesar del aceptable arranque y la novedosa narrativa, la serie no consigue todo lo que se plantea. No es sólo las quejas que ha suscitado entre los expertos que la acusan de promover el suicidio e incluso el acoso, sino que en términos argumentales deja mucho que desear.
La división en cintas dedicadas a cada personaje funciona en algunos casos, pero acaba volviéndose repetitiva. Muchos de los culpables del suicidio de la joven no dan para llenar los 50 minutos de episodio, con lo que los huecos se rellenan siempre con los mismos motivos: Clay llorando por las esquinas y sintiendo impotencia, Tony haciéndose el misterioso y consolando a Clay y los populares maquinando para evitar la publicación de las cintas, lo que vuelve los capítulos tediosos y resta el dinamismo que otorgaba la estructura en flashback.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pero esto podría pasarse por alto si no fuera por lo que a mis ojos se presentan como incongruencias en el guión. Quizás sea que mi época de adolescente ya quedó atrás y esto hace que no me sienta ni identificada ni capaz de comprender los extraños comportamientos de esta tierna juventud, pero, a mi parecer, muchos de los elementos carecen de sentido. Por un lado, las innumerables vueltas que da la trama parecen estar ahí sólo para añadir metraje. Por ejemplo, el proteccionismo hacia el violador, no sólo por parte de sus amigos más íntimos, sino por gente a los que ni les va ni les viene, parece poco verosímil. Asimismo, tampoco encaja que niños de familias preocupadas y responsables, con padres cercanos a ellos, decidan acabar con sus vidas antes que contarles sus problemas y que a la hora de buscar ayuda prefieran ir al orientador del colegio. Asimismo, los sinsentidos se acompañan con notas de sentimentalismo que intentan mostrar las injusticias del mundo pero cuyo tratamiento es demasiado burdo y forzado como para conseguir conmover: la camarera gótica que se auto-lesiona porque tiene muchos problemas o Tony escalando montañas, pegándose con tipos rudos para proteger a su hermana y animando a Clay con frases pseudo-profundas.
Quizás todos estos problemas tengan su origen en unos personajes que son planos y maniqueos, lo que le resta credibilidad a sus comportamientos. El móvil de sus acciones no queda claro. Las dos frases de manual que suelta Clay de Yoda para el asombro de todos los que le rodean no lo convierten en un bicho raro; Alex y especialmente Zach parecen tener buen corazón pero se obstinan en defender a Bryce; a Courtney, cuya represión sexual a pesar de tener unos padres gays encantadores la han convertido en un monstruo frío, calculador y sin un ápice de remordimiento, es imposible comprenderla, al igual que lo es comprender a todos los padres, especialmente los de Clay, que viven en la inopia incapaces darse cuenta de nada de lo que sucede en la vida de sus hijos, a pesar de que estos se comportan de manera abiertamente sospechosa todo el tiempo.
Pero el aspecto quizás más controvertido de la serie no son los personajes, sino la justificación del acoso. No sólo Justin se muestra como un pobre desgraciado que deja que su mejor amigo viole a su novia cuando esta estaba inconsciente porque tiene muchos problemas familiares, sino que todos, desde desde Clay hasta Bryce pasando por la propia Hannah, tratan con la punta del pie a Tyler, el bicho raro del periódico con problemas a la hora de socializar. De hecho, el único acto de venganza que realiza Clay es contra este pobre marginado, haciéndole una foto desnudo y difundiéndola por el instituto, sin que se plantee lo más mínimo la ética de su acto. No creo que tomarse la justicia por su mano y perpetuar el acoso a los más débiles sean la solución al bullying. Al fin y al cabo, ojo por ojo, todos ciegos. La empatía con este personaje es nula, de hecho al final se justifican los ataques a su persona porque se descubre que es un psicópata con problemas mentales y sed de venganza.
Esta doble moral y la vuelta a los estereotipos estropean lo que en un primer momento parecía una forma original y amena de tratar el problema del acoso en la época de los millennials. Sin embargo, algo hay que reconocerle, y es que, si bien el resultado no acaba de convencerme, la serie ha conseguido abrir el debate sobre el acoso, el suicidio y su representación desde un nuevo punto de vista, llegando al gran público. Algo es algo.
Quizás todos estos problemas tengan su origen en unos personajes que son planos y maniqueos, lo que le resta credibilidad a sus comportamientos. El móvil de sus acciones no queda claro. Las dos frases de manual que suelta Clay de Yoda para el asombro de todos los que le rodean no lo convierten en un bicho raro; Alex y especialmente Zach parecen tener buen corazón pero se obstinan en defender a Bryce; a Courtney, cuya represión sexual a pesar de tener unos padres gays encantadores la han convertido en un monstruo frío, calculador y sin un ápice de remordimiento, es imposible comprenderla, al igual que lo es comprender a todos los padres, especialmente los de Clay, que viven en la inopia incapaces darse cuenta de nada de lo que sucede en la vida de sus hijos, a pesar de que estos se comportan de manera abiertamente sospechosa todo el tiempo.
Pero el aspecto quizás más controvertido de la serie no son los personajes, sino la justificación del acoso. No sólo Justin se muestra como un pobre desgraciado que deja que su mejor amigo viole a su novia cuando esta estaba inconsciente porque tiene muchos problemas familiares, sino que todos, desde desde Clay hasta Bryce pasando por la propia Hannah, tratan con la punta del pie a Tyler, el bicho raro del periódico con problemas a la hora de socializar. De hecho, el único acto de venganza que realiza Clay es contra este pobre marginado, haciéndole una foto desnudo y difundiéndola por el instituto, sin que se plantee lo más mínimo la ética de su acto. No creo que tomarse la justicia por su mano y perpetuar el acoso a los más débiles sean la solución al bullying. Al fin y al cabo, ojo por ojo, todos ciegos. La empatía con este personaje es nula, de hecho al final se justifican los ataques a su persona porque se descubre que es un psicópata con problemas mentales y sed de venganza.
Esta doble moral y la vuelta a los estereotipos estropean lo que en un primer momento parecía una forma original y amena de tratar el problema del acoso en la época de los millennials. Sin embargo, algo hay que reconocerle, y es que, si bien el resultado no acaba de convencerme, la serie ha conseguido abrir el debate sobre el acoso, el suicidio y su representación desde un nuevo punto de vista, llegando al gran público. Algo es algo.