Esta es la última película que dirigió Ozu, moriría de cáncer un año después.

El núcleo del argumento ya lo trató en su película 'Primavera tardía', la soledad a la que se ve el hombre abocado cuando, viudo o divorciado, queda solo al irse de casa el último de sus hijos. En esta ocasión, a mi parecer, el tratamiento que hace es más disperso y menos acertado que en su obra anterior. En este caso hay otro tema argumental, aparte del de la soledad, el del alcoholismo entre la sociedad varonil japonesa.

La forma de dirigir de Ozu, cámara estática, casi exclusividad de espacios interiores, puesta en escena muy teatral, no ayuda a exponer bien ambos problemas, alcoholismo y soledad, y, desde luego, quedan desvirtuados a la hora de mezclarlos aunque fuera de manera tangencial. Es mucho más lo que se supone, en esta película, que se quiere decir que lo que realmente se dice, lo que resulta ser un fracaso para el director. Lo peor es que parece que a Ozu le falta, en esta ocasión, incluso oficio para salir de un atolladero en el que él solo se ha metido.

La interpretación de Chishu Ryu es lo realmente salvable y lo que hace que en algún momento lo que se nos cuente no llegue a ser grotesco.