El director Robert Aldrich acierta en todo lo que un western debe ser y debe tener. Debe ser lo más realista posible en cuanto a un guión aceptable que se escape de los tradicionales y tan reiterativos vistos en este género; y lo es. Debe tener: acción explícita e insinuada, dramas humanos, algo de suspenso y amores correspondidos y no correspondidos; y los tiene. Por eso Aldrich termina generando un muy buen western que, con las actuaciones de Rock Hudson, pero principalmente de Kirk Douglas elevan la trama a un piso alto que logran entre ambos mantener hasta el final. La actuación de kirk Douglas desborda histrionismo, pasando del gesto irónico al soberbio, del de una furia contenida al divertido que contagia a quienes le rodean, del desconsuelo y frustración al de la definitiva resignación, y todo en forma alternada no secuencial. Y si faltaba algo, el film presenta un final extraordinario y sorprendente, con un desenlace que mucho dice de la conciencia de los hombres cuando sienten que su destino puede no tener esperanzas sólidas y las sorpresas de la vida aparecen en el instante menos deseado. Muy recomendable.