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Voto de Fco Javier Rodríguez Barranco:
8
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5,1
238
Thriller. Intriga. Drama
En los Jardines de Cartago, un barrio de Túnez creado por el antiguo Régimen y cuya construcción se detuvo al comienzo de la Revolución, dos policías encuentran un cuerpo calcinado en uno de los solares. A medida que la construcción de la zona se reanuda lentamente, comienzan también a investigar este misterioso caso. Cuando el evento se repite, el caso da un giro desconcertante.
2 de mayo de 2023
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ashkal (2022), de Youssef Chebbi, comienza con una sucesión de textos en pantalla donde se informa que la urbanización Jardines de Cartago era un ambicioso proyecto de construcción de viviendas para dignatarios en Túnez, que se vio interrumpida con el comienzo de la así denominada Primavera Árabe, cuando, en diciembre de 2010, el vendedor ambulante Mohamed Bouazizi se inmoló por fuego tras un abuso policial en la ciudad de Sidi Bouzid, lo cual, a la postre desembocaría en la dimisión de Ben Ali.
Pues bien, tras esa información inicial, la película en sentido estricto, arranca con lo que tiene todo el aspecto de un caso policial, pues en los despojos de esa urbanización inconclusa se halla el cadáver calcinado de uno de sus vigilantes. Pero ya está, porque no tardamos en comprender que ese entramado criminológico trasciende a cuestiones que alcanzan a la sociedad tunecina, en general.
Pues bien, tras esa información inicial, la película en sentido estricto, arranca con lo que tiene todo el aspecto de un caso policial, pues en los despojos de esa urbanización inconclusa se halla el cadáver calcinado de uno de sus vigilantes. Pero ya está, porque no tardamos en comprender que ese entramado criminológico trasciende a cuestiones que alcanzan a la sociedad tunecina, en general.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Podemos hablar así del peso de la religión y, por ello, vemos al comisario rezando en la mezquita, algo que, desde luego, es muy difícil de imaginar en Pepe Carvalho, por ejemplo, ni siquiera en el interior de la Sagrada Familia de Barcelona, por no hablar de toda esa legión de policías, guardias civiles y detectives privados con los que se han familiarizado los aficionados al cine o a la novela negra.
De hecho, la investigación policial en sí es bastante básica y se limita a poco más que observar la escena del crimen e interrogar superficialmente a posibles testigos circunstanciales.
Para mayor abundamiento, siguen apareciendo cadáveres calcinados y el terrorismo asciende a posible causa de los crímenes, aunque ningún grupo reivindica nada.
Así, no tardamos en comprender que estamos asistiendo a otras cosas, como la soledad de los personajes o el lento recorrer de la cámara en numerosas ocasiones de los inconclusos edificios, con sus vigas de hormigón armado donde los hierros asoman impotentes, desubicados, estériles, en la parte superior, todo lo cual transmite una imagen de inmensa desolación.
Asistimos también al inicio de las sesiones de la Comisión de la Verdad y la Dignidad en Túnez para conocer las violaciones de derechos humanos durante la dictadura posterior a la revolución de 2011 en ese país, de tal modo que los investigadores del crimen, es decir, la policía, se convierten en los investigados de la Comisión. Además, el análisis forense determina que en ningún caso existen contusiones o marcas de resistencia a morir por fuego de los inmolados, por lo que diríase que se han quemado voluntariamente.
¿Y a qué apunta todo esto? Pues a que toda la investigación policial no es nada más que un entramado simbólico para mostrar el desaliento de la sociedad tunecina, materializado en el pavoroso abandono de la construcción de los Jardines de Cartago, ante una situación de injusticia social, acerca de cuya superación han perdido toda esperanza los habitantes de este país ribereño del Mediterráneo y ante la cual no cabe otra salida que la inmolación, exactamente igual que hiciera Bouazizi el 17 de diciembre de 2010.
Por ello, no llegamos a saber la identidad del asesino, si es que se puede culpar a una persona en concreto y no a todo el sistema y la policía también es seducida para inmolarse, un planteamiento totalmente novedoso dentro de los cánones de la novela y el cine negro, que hace de este filme de Chebbi una pieza innovadora en la cinematografía mundial.
De hecho, la investigación policial en sí es bastante básica y se limita a poco más que observar la escena del crimen e interrogar superficialmente a posibles testigos circunstanciales.
Para mayor abundamiento, siguen apareciendo cadáveres calcinados y el terrorismo asciende a posible causa de los crímenes, aunque ningún grupo reivindica nada.
Así, no tardamos en comprender que estamos asistiendo a otras cosas, como la soledad de los personajes o el lento recorrer de la cámara en numerosas ocasiones de los inconclusos edificios, con sus vigas de hormigón armado donde los hierros asoman impotentes, desubicados, estériles, en la parte superior, todo lo cual transmite una imagen de inmensa desolación.
Asistimos también al inicio de las sesiones de la Comisión de la Verdad y la Dignidad en Túnez para conocer las violaciones de derechos humanos durante la dictadura posterior a la revolución de 2011 en ese país, de tal modo que los investigadores del crimen, es decir, la policía, se convierten en los investigados de la Comisión. Además, el análisis forense determina que en ningún caso existen contusiones o marcas de resistencia a morir por fuego de los inmolados, por lo que diríase que se han quemado voluntariamente.
¿Y a qué apunta todo esto? Pues a que toda la investigación policial no es nada más que un entramado simbólico para mostrar el desaliento de la sociedad tunecina, materializado en el pavoroso abandono de la construcción de los Jardines de Cartago, ante una situación de injusticia social, acerca de cuya superación han perdido toda esperanza los habitantes de este país ribereño del Mediterráneo y ante la cual no cabe otra salida que la inmolación, exactamente igual que hiciera Bouazizi el 17 de diciembre de 2010.
Por ello, no llegamos a saber la identidad del asesino, si es que se puede culpar a una persona en concreto y no a todo el sistema y la policía también es seducida para inmolarse, un planteamiento totalmente novedoso dentro de los cánones de la novela y el cine negro, que hace de este filme de Chebbi una pieza innovadora en la cinematografía mundial.