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Voto de Fco Javier Rodríguez Barranco:
6
Comedia. Drama Después de estudiar durante varios años en Francia, Selma abre su propia consulta psiquiátrica en un popular suburbio de Túnez, justo después de que tenga lugar la revolución social y política de la 'Primavera árabe'. Allí tendrá que tratar con pacientes nuevos y adaptarse a los problemas ocasionados por sus diferencias culturales, reencontrándose con un pasado que creía haber dejado atrás. (FILMAFFINITY)
4 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora Manele Labidi Labbé vertebra gracias Un diván en Túnez (2019) un artificio de observador foráneo, en una película que discurre bajo la atenta mirada de Freud ataviado con el típico fez del norte de África, también turco, dado que la protagonista es una joven psicoanalista, francesa de primera generación, que decide regresar al Túnez de donde salieron sus padres y nos permite un magnífico ejemplo de migración de retorno en clave de comedia con algunos flecos dramáticos, pero sí, en esencia se trata de una comedia.
Sin embargo, no es un ejercicio de psicoanálisis lo que se muestra en el filme de Labbé, sino socioanálisis (¡chúpate esa herr Sigmund!), donde el papel principal corresponde a Selma, interpretada por Golshifteh Farahani, quien protagoniza, entre una amplia filmografía a pesar de sus escasos años, Paterson (2016), de Jim Jarmusch, lo que da una idea de la gran variedad de registros de esta actriz.
En sentido propio, no se trata de una viajera extranjera en tierra extraña, aunque a efectos prácticos, así es, pues la familia de Selma es de origen tunecino, pero las referencias vitales de la joven pertenecen a París, adonde se fue a vivir cuando tenía diez años y de donde decide regresar a la tierra de sus antepasados en virtud de algo los sociológos denominan migración de retorno. Su lengua es ya el francés, todo el mundo le recuerda que es francesa, cosmopolita y sofisticada, pero que no se casará nunca porque tiene tatuajes en los brazos. Desde esta posición, desde ese estar, pero no estar, y gracias a su formación académica, Selma observa e incluso participa en una vida a la que le cuesta trabajo adaptarse.
En el diván de Selma descubrimos personas de los dos sexos que conviven con sus pequeños o grandes traumas en una sociedad extranjera de sí misma, pues ya no encaja en los moldes tradicionales, pero no se resigna a su suerte, sino que aspira a un cambio de rumbo y, desde luego, que en todo ese proceso puede ser fundamental el papel de los migrantes de retorno. Y es que no puede parecernos extraño que, como sabemos, fuera en Túnez donde se iniciara la así llamada Primavera Árabe hace diez años y una vez más hemos de recordar Hedi para constatar que en ambas películas, esta con director masculino, Un diván en Túnez con realizadora femenina, son las mujeres quienes mejor representan los valores nuevos.
Pero el tono de Labbé es amable. La directora no demoniza a nadie, sino que busca más bien un esguince cómico para resolver las diferentes situaciones con la Selma se topa. Al fin y al cabo, estuviera o no estuviera Freud de acuerdo, reírse de uno mismo es la mejor terapia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fco Javier Rodríguez Barranco
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