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Voto de robertvettiger:
9
13 de enero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta un ejercicio extraño escribir sobre este film, sobre el que ya se ha derramado bastante tinta (sobretodo en ingles). Para mí resulta un ejercicio de humildad hablar de este mi film preferido, el cual suelo ver cada vez que tengo oportunidad y la serenidad suficiente para entrar en dialogo con él. Y no, esto último no es una rareza, ni un esfuerzo intelectual, lo digo de una forma en extremo seria Bae Yong-Kyun, es de hecho un artista plástico metido a cineasta y eso se nota sin ser antojadizo.
Ocho largos años demoró la creación de esta obra maestra, que para muchos es el reflejo de la propia experiencia personal con el Zazén del autor. Algunos críticos han señalado que la obra gira en torno a la obra zen de Kokuan: " La búsqueda de los diez toros"
La cinta comienza con ruido, un semáforo intermitente de un guarda cruces ferroviario y un joven de rostro entristecido en el plano inferior central del encuadre se trata de Kibong, uno de los tres protagonistas principales y sin lugar a dudas el más atormentado, pues como intentaré demostrar los otros dos personajes, el maestro zen Heygok y el pequeño niño monje Haejin están desde el comienzo de la historia más allá del mundanal ruido, más allá de la categoría y la individualidad.
En breves planos descubriremos que las reacciones de estos dos últimos personajes son naturales, no forzadas, no ancladas y por más que poseen un pasado escrito en el tiempo, lo trascienden cada uno a su forma; Heygok como un Bodhisatva de férrea virtud y el pequeño Haejin (un huérfano que acogió (rescató) el maestro) creciendo naturalmente unido con la naturaleza.
Ruido de motores de poca cilindrada un ferrocarril urbano que pasa y Kibong con la mirada perdida cual muchos jóvenes en nuestras tumultosas ciudades, luego el plano cambia una voz aventajada resuena en un plano de un pórtico de madera y papel de un templo alejado del barullo anterior Haejin......Haejin.....la voz se cuela, desgarra con ternura y nos invita a seguirla junto a la camara que nos abre paso a un plano del patio del templo, escalinatas, etc. Es entonces cuando conocemos al maestro mientras pasa las hojas del sutra y le recita con voz fuerte: "NO HAY PRINCIPIO NI FIN. NO HAY NINGUNA SUBTANCIA INMUTABLE. LAS COSAS NI NACEN NI MUEREN..." Cual si esta verdad debiera ser conocida hasta por los ruidos muros del templo, el vacío del patio y los árboles y arbustos, incluso nosotros si estamos atentos veremos que el viejo maestro nos ha entregado una profunda lección que la cámara, más pedagógica nos refuerza con la escena de un sapo terrestre caminando lentamente por el patio.
Así comienza a ordenarse el film en una dinámica doble: sabiduría sentido simpleza/ ausencia lucha complejidad. Las escenas van una y otra vez desmontando las falacias en nuestra mente, incluso el ritmo de los tiempos y los raccontos no tienen nada que nos pueda hacer aferrarnos a una certeza absoluta. Acción ocurre, recuerdo ocurre, motivación ocurre, resultado ocurre.
Haejin es la primera muestra de esta falsa dicotomía, pues lo que parece ser un camino (en todos los personajes) doble, entre una cosa y otra, resulta ser una vez llegado el final un sólo sentido, un sólo camino, un sólo......Donde nuestra mente ruidosa juega el film intenta representarnos a las cosas tal cual son. Lo explicaré: 1. Haejin, curioso como niño tal cual es mientras se baña en un pequeño estanque de montaña cercano al monasterio en el que vive junto a Heygok, ve llamada su atención por una pareja de grajos que pelean sobre una roca. Impulsivamente alza una roca desde el estanque donde se baña y se acerca lentamente para arrojar el proyectil sobre los grajos uno de estos es alcanzado por la piedra y cae al agua herido, aleteando y graznando. Haejin corre por su presa, la curiosidad, el ímpetu, el instante están en él bullentes, le toma, le observa mientras trata de evitar los picotazos y decide llevarlo al monasterio como si el grajo fuera el trofeo del pequeño huérfano, nada más normal para un chico de su edad, sin embargo su acto tendrá consecuencias y le llevará a crecer una y otra vez, pues el grajo sobreviviente estará desde ese instante a la espera graznando desde las ramas, siguiendo a Haejin. La acción de herir al ave también generará una doble corriente, el ave herida llevada al monasterio morirá con el subsecuente descubrimiento del pequeño huérfano de la fragilidad de la vida y lo inutil de su acto, pero no sólo esto, pues Haejin deberá descubrir por si sólo que los actos tienen consecuencias. El mismo vivirá un brutal intento de ahogamiento por un grupo de muchachos (notable escena filmada en cámara lenta) así como una caída en el arroyo en donde esta a punto de perder su vida hasta que deja de esforzarse por nadar y se deja flotar y ser llevado por la corriente. Haejin deberá madurar entre preguntas a los adultos...muy pocas y el efecto de estos en su forma de mirar el mundo. Haejin crece poco a poco desde el descubrimiento irreflexivo del mundo hasta la plena responsabilidad y el contentamiento con su rol en el mundo.
2. El caso de Kibong es distinto el ha vivido en el mundo, él no ha tenido como maestra a la naturaleza y a la paz sino los burdos recovecos de una barriada coreana en donde se le muestra sufriendo por la perdida de su madre, la pobreza, la visión atormentadora de sus responsabilidades dejadas atrás para convertirse en monje y encontrar la iluminación. Son estos escapes, estas fugas las que determinan los movimientos del monje Kibong quién se aferra al pasado, quién busca con una mano aferrada en el dharma y con la pies arrastrando su propia miseria existencial, pues al fin Kibong no es una vocación sino un huir desesperado del sufrimiento, cual un moderno Shiddartha (Al autor le encantaba el título de este nombre de Herman Hesse) Sus luchas y contradicciones
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
robertvettiger
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