Al tradicional lujo del Orient Express que tan bien plasma Agatha en su novela, hay que añadir el del elenco que se logra reunir en esta cinta de la mano de Lumet. Lujo asiático.
Otra cosa es que luego pueda lucir en toda su plenitud semejante constelación de estrellas.
La historia es potente, eso ya lo sabemos por la lectura de la novela. Otra cosa es que cinematográficamente se le sepa sacar todo el provecho posible.
El guion está bien. La realización es otra cosa, hay personajes muy bien dibujados como la señora Hubbard (Bacall), pero la mayoría quedan demasiado en segundo plano. No hay tiempo para todos. Acierta al dejar que los actores se muevan a su aire sin sujetarlos demasiado al texto literario, sin embargo a Poirot (Finney) lo ahorma exageradamente al personaje de la novela hasta la caricatura.
Hay intriga, sí, el espectador que no ha leído a Agatha se pregunta por el responsable del crimen, pero sin demasiada convicción. Falta tensión dramática y el ritmo es bastante irregular.
La ambientación, qué menos, está a la altura de semejante grupo actoral en el que destaca la interpretación de Bacall, tal vez por tener mayor presencia.
Película detectivesca interesante. Recomendable aunque solo sea por Agatha, por su lujoso reparto y por el encanto de aquellos trenes.
Por cierto, el Orient Express sigue atrayendo viajeros. Eso sí, deben tener la cartera bien provista y estar dispuestos a ciertas incomodidades. Los lujos de antaño no son los de hogaño.