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Voto de PETER COHELET:
2
Western. Aventuras Educado por los indios, Mike Blueberry, el sheriff de Palomito, intenta mantener el equilibrio entre las dos culturas, pero corre el riesgo de verse marginado tanto por los indios como por los blancos. Un día, el asesino Wally Blount, que busca un tesoro indio, convierte la ciudad en un auténtico infierno, lo que trae a Blueberry dolorosos recuerdos del pasado. Con la ayuda del chamán Runi, el "hermano" con el que creció, Mike se ... [+]
27 de marzo de 2011
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confieso que me gusta leer a Pío Baroja. Puede que fuese antiliberal y racista, pero sus libros tienen algo muy importante y poco común: un claro deseo de saber y una sinceridad absoluta.
En nuestros días, sólo he encontrado algo parecido en la obra de Michel Houellebecq (desde detrás de la pluma, no de la cámara, se entiende, al menos por ahora)

Pío Baroja creía que existen escritores para los que las culturas orientales guardan algo así como un secreto, una filosofía que podría renovar el espíritu del viejo continente. Guerón, por ejemplo, supone en sus libros que la época tradicional y salvaje de los pueblos de Europa es la época de la verdadera sabiduría, mientras que el periodo que se inicia con la filosofía griega es un periodo de decadencia.

Y justo esto, en otro contexto, es lo que defiende Kounen, director y guionista de “Blueberry”: la idea de que la cultura suprarracional de los nativos norteamericanos estaba cargada de conocimiento, sabiduría y salud, gracias a una forma de vida primitiva y a “poderosas medicinas” como la marihuana, la mescalina o el peyote mientras que, al mismo tiempo, el “estúpido hombre blanco” con su tabaco, su whisky, su ciencia y su progreso estaba físicamente enfermo y espiritualmente acabado.

Inaceptable mensaje que rechaza por principios cualquier debate o crítica racional y que, además, resulta peligroso en tanto que por su apología de las sustancias psicoactivas como fuente de conocimiento conduce, paradójicamente, al deterioro de la salud física y mental, así como a un hastío espiritual semejante a lo que Baudelaire denominaba “Spleen”, y que ya experimentó en sus propias carnes (y espíritus) el hipismo de los años '60 pero que sigue vivo bajo el confuso término de “New age”.

Por eso, en este caso, es de agradecer que la película no funcione. “Blueberry” tiene un guión tan malo, un ritmo narrativo tan irregular, un metraje tan excesivo, unas interpretaciones tan flojas y unos efectos especiales tan desaprovechados que el espectador, a pesar de la música y las bellas imágenes aéreas, en ningún momento empatiza con un protagonista que parece drogadicto y no sabio, con unos indios que dan la impresión de ser sus camellos, ni con unos personajes secundarios psicológicamente planos cuyas escenas, las más de las veces, son absurdas e innecesarias, y, de esta forma, afortunadamente, su nocivo y equivocado mensaje se pierde entre las alucinaciones lisérgicas del personaje de Moebius.
PETER COHELET
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