Vadim Perelman, cineasta debutante, nos brindó una de las joyas del 2003 relatándonos un rotundo y tenso drama que está dotado de gran seguridad y solidez para estar ante una ópera prima.

Un enfrentamiento entre dos individuos por la propiedad de una casa, los dos con justificaciones que defender y que hacen que empaticemos tanto con un individuo como con el otro, otorgándole esta característica una gran fuerza dramática al encontrarnos ante unos personajes excelentemente escritos y de una total humanidad.

Ben Kingsley y la sorprendente debutante Shohreh Aghdashloo forman un matrimonio excelente y nos brindan unas interpretaciones excelentes llevándonos desde la rotundidad y seriedad hasta la total fragilidad final. Añadir a la siempre maravillosa Jennifer Connelly; una actriz a reivindicar y de la que esperamos que vuelvan a brindarle proyectos tan jugosos como éste en un futuro.

La banda sonora y la bella fotografía redondean un sólido drama que derrumba emocionalmente en una excelente parte final donde Kingsley regala una compleja y rompedora interpretación.