Curioso el encontrarnos con el personaje de Alan Turing, matemático famoso por haber desentrañado las claves de la máquina ENIGMA, y padre (o abuelo más bien) de la informática moderna.

Benedict Cumberbatch interpreta el personaje con absoluto convencimiento, dentro de un drama con un clima gris, interesante a ratos, anodino en otros.

No discurre por la senda típica del biopic, simplemente se centra en un pasaje concreto de la vida de este héroe anónimo. Una pieza más para comprender los entresijos de la II Guerra Mundial, sin duda el conflicto bélico más recreado una y otra vez, desde diferentes perspectivas en la pantalla grande.

Pero la guerra no solo se encuentra en el exterior, sino también en el interior de un sujeto inadaptado, acomplejado por un amor de juventud y por su irracional modo de ver el mundo que le rodea. Aunque muchos aluden que su figura ha sido completamente distorsionada al servicio de la historia.

El tono resulta épico a pequeña escala, pero la dirección de Morten Tyldum no infunde por ningún momento ese aliento tan necesario para esta clase de tramas. Sorprende que este realizador nos entregase en el 2011, ese delirio visual y conceptual titulado “Headhunters”. En este salto a las producciones de gran calado internacional, nada queda de esa ínfula irresistible y creativa.

Todo huele a british y todo está impecablemente interpretado por un buen puñado de grandes nombres de la escena británica. Pero apenas podemos llegar a interesarnos por un film, que hasta en ocasiones nos resulta dificultoso discernir en su dimensión más matemática.

Aún así gustará a más de uno gracias al evocador aroma que desprenden esta clase de historias.