De película romántica, poco. Pese a que trato de verla bajo la óptica de que es un clásico de hace 60 años, me resulta difícil no sentir rechazo por gran parte de ella. Los estereotipos y situaciones machistas de gran parte de la cinta malogran el digno final. No empatizo con la calentura e impaciencia hormonal (más aún tratándose de los años 20) de este Bud ni mucho menos me resultan agradables escenas como la del parking con su hermana (de ahí el título de esta crítica). Tampoco con la limitada consideración de la mujer, bien subyugada irremediablemente, bien de una fragilidad y dependencia extremas o, todo lo contrario, como casquivanas (cuando no como objetos como las chicas del ballet). Retratos todos muy convenientes desde la óptica machirula. Pensaba al principio de la cinta que algo más profundo, como la homosexualidad, era lo que atormentaba al chico. Pero no, solo eran un padre que le metía presión (como a todo hijo/a de vecino/a) y las ganas de "meter" (por prescripción, además). En el plano actoral me parece, en no pocas ocasiones, que los dos protagonistas sobreactúan (hasta muecas extrañas veo en sus rostros) pese a lo leído sobre la gran dirección actoral de Kazan. Sobrevalorada y mucho.