En la isla de Madeira tiene lugar un asesinato. El asesinato es perpetrado por una sedienta vampira. Pero esta vampira no está sedienta de sangre, sino de sexo y mata a sus víctimas de la forma más placentera que se pueda imaginar. La vampira no es otra que la musa de su director, Lina Romay, a la que éste nos muestra en todo su esplendor. Y con lo dicho, tenemos lo que nos podemos esperar: un film erótico en la mayor parte de su metraje, rozando la pornografía (algunos dirán que directamente la abraza) y en el que el terror es algo completamente secundario. Y en mi opinión es una pena, porque a causa de que el erotismo ocupe tanto metrajeno se llega a hacer algo más interesante (dentro del contexto en el que se halla). Se podría haber ahondando en los dilemas morales de la protagonista o haber expuesto detalles de la investigación del doctor Robert (el mismísimo Jess).
Pero ésto no deja de ser una apreciación personal y si algo hay claro es que Jess Franco siempre ha hecho lo que ha querido hacer. Me quedo con las ganas de saber qué lugar ocuparía si hubiera evolucionado hacia una forma de hacer cine más convencional (porque los primeros largometrajes de Cronenberg no distan mucho del estilo del tío Jess y su evolución ha sido completamente distinta).
Irreverente. Como no podía ser de otra forma tratándose de un film de Jess Franco. No me ha gustado pero por lo menos no me queda la impresión de que me han tomado por tonto. Da lo que se espera.