Media votos
7,7
Votos
1 410
Críticas
273
Listas
61
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de davilochi:
8
6,8
199
Drama. Cine negro. Intriga
La vida de un trabajador de banca, un hombre gris e insignificante, cambia de repente cuando es confundido con un peligroso criminal, "El Ogro de Atenas". (FILMAFFINITY)
21 de julio de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las comparaciones son odiosas, y si bien es innegable que "O drakos" es un claro ejemplo de cine negro -quizás su muestra más paradigmática-, también lo es que esta película de Nikos Koundouros tiene indudables paralelismos con el neorrealismo italiano de Rossellini en su voluntad por mostrar la realidad de la Grecia de postguerra en toda su crudeza. No fue fácil sacar adelante films como éste: Grecia había salido siete años antes de una sangrienta guerra civil marcada por un poderoso componente ideológico y ésta -junto a todo lo relacionado con la izquierda- eran un tema tabú; por otra parte, el propio Koundouros había tenido que marchar al exilio durante los años del conflicto, de tal manera que sus actividades como artista eran observadas con lupa. Todas estas circunstancias marcaron de forma indeleble "O drakos", dándole esa sutileza que la caracteriza en el tratamiento del presente político inmediato y que, en ocasiones, recuerda al mejor cine de Berlanga. A pesar de todo, el impacto del trabajo fue tal que durante muchos años los productores se negaron a financiar los proyectos de Koundouros.
Precisamente no es casual que dos marcadas influencias de “O drakos” sean el expresionismo alemán (¿cómo no ver en ciertos momentos un hermoso homenaje a “M, el vampiro de Düsseldorf”?) y, obviamente, el cine negro americano, máxime dado que una de las cuestiones que trata el film es la influencia estadounidense en la Grecia contemporánea. Pero, por encima de todo, “O drakos” es una creación griega, lo cual se deja sentir en la notable influencia de la tragedia griega. De hecho, el guión es digno de un Sófocles o un Esquilo, tal y como vamos a tratar de demostrar.
La víspera de Año Nuevo de 1956 Thomas, un gris empleado bancario, se dispone a pasar la Nochevieja en soledad. Hombre humilde –como tantos otros– y difuminado en la cotidianeidad de la masificada Atenas de la época es empujado por todos en el autobús: nadie lo conoce, a nadie le importa. No obstante ese día algo va a cambiar. La casualidad va a querer que Thomas tenga un más que notable parecido con “el Ogro”, cuya foto aparece en todos los periódicos del día, un fuera de la ley que lleva por el camino de la amargura a las autoridades policiales. A partir de ahí comenzará una implacable persecución de la policía y los habitantes de la ciudad que va a ir estrechando el cerco en torno a Thomas. Éste, asustado ante la perspectiva de ser detenido huirá hasta que, por casualidad, en la caída de la noche –como no podría ser de otro modo– en un callejón cualquiera topa con el submundo de la delincuencia y el lumpenproletariado de Atenas que encuentra la posibilidad de servirse de tan ilustre individuo. Hondros, alias “el Gordo”, jefe del cabaret donde termina refugiado Thomas gracias a la ayuda de la fascinante Carmen, está preparando un golpe para robar la columna del templo de Zeus Olímpico que se derrumbó en 1852, el objetivo es venderla a un comprador americano.
Precisamente no es casual que dos marcadas influencias de “O drakos” sean el expresionismo alemán (¿cómo no ver en ciertos momentos un hermoso homenaje a “M, el vampiro de Düsseldorf”?) y, obviamente, el cine negro americano, máxime dado que una de las cuestiones que trata el film es la influencia estadounidense en la Grecia contemporánea. Pero, por encima de todo, “O drakos” es una creación griega, lo cual se deja sentir en la notable influencia de la tragedia griega. De hecho, el guión es digno de un Sófocles o un Esquilo, tal y como vamos a tratar de demostrar.
La víspera de Año Nuevo de 1956 Thomas, un gris empleado bancario, se dispone a pasar la Nochevieja en soledad. Hombre humilde –como tantos otros– y difuminado en la cotidianeidad de la masificada Atenas de la época es empujado por todos en el autobús: nadie lo conoce, a nadie le importa. No obstante ese día algo va a cambiar. La casualidad va a querer que Thomas tenga un más que notable parecido con “el Ogro”, cuya foto aparece en todos los periódicos del día, un fuera de la ley que lleva por el camino de la amargura a las autoridades policiales. A partir de ahí comenzará una implacable persecución de la policía y los habitantes de la ciudad que va a ir estrechando el cerco en torno a Thomas. Éste, asustado ante la perspectiva de ser detenido huirá hasta que, por casualidad, en la caída de la noche –como no podría ser de otro modo– en un callejón cualquiera topa con el submundo de la delincuencia y el lumpenproletariado de Atenas que encuentra la posibilidad de servirse de tan ilustre individuo. Hondros, alias “el Gordo”, jefe del cabaret donde termina refugiado Thomas gracias a la ayuda de la fascinante Carmen, está preparando un golpe para robar la columna del templo de Zeus Olímpico que se derrumbó en 1852, el objetivo es venderla a un comprador americano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
He aquí una de las claves de la película: en primer lugar la falta de autoestima de los griegos y su miseria, todo ello provocado por la guerra civil, estando dispuestos a vender hasta su patrimonio cultural al mejor postor; en segundo lugar el papel decisivo de los Estados Unidos en la guerra civil griega como superpotencia–gracias a su apoyo logístico y militar ganaron las fuerzas monárquicas– que desea adquirir la brillantez de la antigua Atenas.
Como en toda historia de cine negro esta también tiene su femme fatale, la sugerente y bella Baby. Ésta quiere escapar a la situación en que vive como cantante de cabaret dedicada al mundo de la noche, integrarse en la sociedad y llevar una vida normal, no obstante no puede hacerlo porque el único que podría facilitarle una salida, Thomas, ha sido absorbido por el sistema. Aquí encontramos una nueva crítica a un sistema que se niega a integrar a los marginados tras la guerra civil, todos los que combatieron en el bando de los partisanos, o aquellos que pertenecían a los movimientos de izquierda, condenados a vivir en los márgenes de la sociedad. Los hombres de Hondros son una alegoría de los marginados, gente empujada a la delincuencia por sus condiciones de miseria y la manifiesta injusticia del sistema –en un paralelismo con los motivos que llevaron a la guerra civil–. En última instancia el miedo y admiración a partes iguales despertados por Thomas entre los habitantes de Atenas al ser tenido por “el Ogro” recuerdan al sentimiento de muchos griegos que, influenciados por la propaganda, no podían dejar de temer al mismo tiempo que sentir simpatía por aquellos partisanos que humillaron durante años al opresivo y corrupto sistema monárquico. Su persecución, de igual forma, es un recuerdo a la paranoia imperante en la sociedad griega frente al comunismo, tenido por algo propio de los bajos fondos, del mundillo del hampa, por eso hasta cierto punto esta película es también una parodia de las percepciones de la sociedad griega hacia la verdadera complejidad que residía tras la propia guerra civil.
No obstante, los hombres de Hondros no soportaran saber que han estado a punto de seguir a un farsante, ese mismo que había sido humillado y desposeído de su humanidad por la policía al ser desnudado y sometido a vejaciones. Precisamente por ello, un hombre culpable tan sólo de haber querido ser alguien por un día será apuñalado sin piedad en un recuerdo claro de la guerra civil en la que los griegos se mataron entre sí, de modo que, al final, Koundouros dirige una amarga crítica contra sus conciudadanos, quienes se comportaron al estilo de vulgares mafiosos desesperados e irreflexivos durante tantos años.
Como en toda historia de cine negro esta también tiene su femme fatale, la sugerente y bella Baby. Ésta quiere escapar a la situación en que vive como cantante de cabaret dedicada al mundo de la noche, integrarse en la sociedad y llevar una vida normal, no obstante no puede hacerlo porque el único que podría facilitarle una salida, Thomas, ha sido absorbido por el sistema. Aquí encontramos una nueva crítica a un sistema que se niega a integrar a los marginados tras la guerra civil, todos los que combatieron en el bando de los partisanos, o aquellos que pertenecían a los movimientos de izquierda, condenados a vivir en los márgenes de la sociedad. Los hombres de Hondros son una alegoría de los marginados, gente empujada a la delincuencia por sus condiciones de miseria y la manifiesta injusticia del sistema –en un paralelismo con los motivos que llevaron a la guerra civil–. En última instancia el miedo y admiración a partes iguales despertados por Thomas entre los habitantes de Atenas al ser tenido por “el Ogro” recuerdan al sentimiento de muchos griegos que, influenciados por la propaganda, no podían dejar de temer al mismo tiempo que sentir simpatía por aquellos partisanos que humillaron durante años al opresivo y corrupto sistema monárquico. Su persecución, de igual forma, es un recuerdo a la paranoia imperante en la sociedad griega frente al comunismo, tenido por algo propio de los bajos fondos, del mundillo del hampa, por eso hasta cierto punto esta película es también una parodia de las percepciones de la sociedad griega hacia la verdadera complejidad que residía tras la propia guerra civil.
No obstante, los hombres de Hondros no soportaran saber que han estado a punto de seguir a un farsante, ese mismo que había sido humillado y desposeído de su humanidad por la policía al ser desnudado y sometido a vejaciones. Precisamente por ello, un hombre culpable tan sólo de haber querido ser alguien por un día será apuñalado sin piedad en un recuerdo claro de la guerra civil en la que los griegos se mataron entre sí, de modo que, al final, Koundouros dirige una amarga crítica contra sus conciudadanos, quienes se comportaron al estilo de vulgares mafiosos desesperados e irreflexivos durante tantos años.