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Voto de davilochi:
8
Drama. Cine negro. Intriga La vida de un trabajador de banca, un hombre gris e insignificante, cambia de repente cuando es confundido con un peligroso criminal, "El Ogro de Atenas". (FILMAFFINITY)
21 de julio de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las comparaciones son odiosas, y si bien es innegable que "O drakos" es un claro ejemplo de cine negro -quizás su muestra más paradigmática-, también lo es que esta película de Nikos Koundouros tiene indudables paralelismos con el neorrealismo italiano de Rossellini en su voluntad por mostrar la realidad de la Grecia de postguerra en toda su crudeza. No fue fácil sacar adelante films como éste: Grecia había salido siete años antes de una sangrienta guerra civil marcada por un poderoso componente ideológico y ésta -junto a todo lo relacionado con la izquierda- eran un tema tabú; por otra parte, el propio Koundouros había tenido que marchar al exilio durante los años del conflicto, de tal manera que sus actividades como artista eran observadas con lupa. Todas estas circunstancias marcaron de forma indeleble "O drakos", dándole esa sutileza que la caracteriza en el tratamiento del presente político inmediato y que, en ocasiones, recuerda al mejor cine de Berlanga. A pesar de todo, el impacto del trabajo fue tal que durante muchos años los productores se negaron a financiar los proyectos de Koundouros.

Precisamente no es casual que dos marcadas influencias de “O drakos” sean el expresionismo alemán (¿cómo no ver en ciertos momentos un hermoso homenaje a “M, el vampiro de Düsseldorf”?) y, obviamente, el cine negro americano, máxime dado que una de las cuestiones que trata el film es la influencia estadounidense en la Grecia contemporánea. Pero, por encima de todo, “O drakos” es una creación griega, lo cual se deja sentir en la notable influencia de la tragedia griega. De hecho, el guión es digno de un Sófocles o un Esquilo, tal y como vamos a tratar de demostrar.

La víspera de Año Nuevo de 1956 Thomas, un gris empleado bancario, se dispone a pasar la Nochevieja en soledad. Hombre humilde –como tantos otros– y difuminado en la cotidianeidad de la masificada Atenas de la época es empujado por todos en el autobús: nadie lo conoce, a nadie le importa. No obstante ese día algo va a cambiar. La casualidad va a querer que Thomas tenga un más que notable parecido con “el Ogro”, cuya foto aparece en todos los periódicos del día, un fuera de la ley que lleva por el camino de la amargura a las autoridades policiales. A partir de ahí comenzará una implacable persecución de la policía y los habitantes de la ciudad que va a ir estrechando el cerco en torno a Thomas. Éste, asustado ante la perspectiva de ser detenido huirá hasta que, por casualidad, en la caída de la noche –como no podría ser de otro modo– en un callejón cualquiera topa con el submundo de la delincuencia y el lumpenproletariado de Atenas que encuentra la posibilidad de servirse de tan ilustre individuo. Hondros, alias “el Gordo”, jefe del cabaret donde termina refugiado Thomas gracias a la ayuda de la fascinante Carmen, está preparando un golpe para robar la columna del templo de Zeus Olímpico que se derrumbó en 1852, el objetivo es venderla a un comprador americano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
davilochi
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