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Voto de davilochi:
10
5,9
52 291
Drama
Estados Unidos, años 50. Jack (Hunter McCracken) es un niño que vive con sus hermanos y sus padres. Mientras que su madre (Jessica Chastain) encarna el amor y la ternura, su padre (Brad Pitt) representa la severidad, pues la cree necesaria para enseñarle al niño a enfrentarse a un mundo hostil. Ese proceso de formación se extiende desde la niñez hasta la edad adulta. Es entonces cuando Jack (Sean Penn) evoca los momentos trascendentes ... [+]
26 de septiembre de 2011
12 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta frase resume el mensaje que pretende transmitir esta obra maestra de un antiguo licenciado en filosofía de la Universidad de Harvard llamado Terrence Malick. Ha llovido mucho desde finales de los años 60, cuando este por entonces joven estadounidense comenzaba a ordenar sus reflexiones en torno al universo y el hombre, parte éste más bien insignificante de aquél. El camino que le ha traído hasta "El árbol de la vida" ha sido arduo y tormentoso, algo normal en la vida de un genio (pongamos que hablo de aquel que es capaz de captar lo complejo de la vida y transmitirlo con una pasmosa sencillez sin renunciar a la belleza). De este modo, vemos que para Malick, la energía contenida en el universo se mantiene de forma constante adoptando formas diferentes, exactamente tal y como ocurre con su película, donde la energía no cesa al combinarse la música y la imagen de un modo pocas veces visto. Tanto es así que piezas clásicas irrepetibles como "Ma Vlast" del checo Bedrich Smetana o la "Cuarta Sinfonía" de Brahms se elevan por encima de sus posibilidades a la hora de transmitir sentimientos al entrar en contacto con las secuencias dispuestas por el director estadounidense. Sin embargo, encontré particularmente emocionante el momento en que se oye una voz coral marcada por el estilo inconfundible de todo un Zbigniew Preisner, cuya elección, ya de por sí supone un homenaje velado a Krzysztof Kieslowski, el genial realizador polaco que llevara al compositor a la fama en clásicos como su trilogía de los colores o el "Decálogo". En el cine de Malick, al menos en esta última película, hay mucho de esa sensibilidad particular tan propia de los mejores cineastas de Europa oriental, por ello no puede suponer una sorpresa la presencia del genial músico polaco en la banda sonora de la película. El nombre de la pieza que acompaña a la película es "Lacrimosa", y la voz femenina que la entona fue lo que me hizo encontrar por primera vez en las muchas que le seguirían a lo largo del film algo dentro de mí que conectaba a la perfección con el contenido de la obra maestra de Malick, lo cual se puso de manifiesto desde el momento en que mi mirada empezó a cristalizarse y un escalofrío recorrió mi cuerpo, tan agudo como la voz de la intérprete.
Es posible que haya gente que nunca consiga perforar la capa que cubre el abundante tuétano contenido en esta película que va hasta las entrañas de la vida humana, pero el arte es así de caprichoso. En cualquier caso creo que es clave dejar que sea la película la que nos aborde y envuelva con toda su fuerza arrolladora, pero eso sí, hay que dejarse llevar, no sirve de nada mantener resistencias conscientes o subconscientes a lo que ésta pueda querer alumbrar de nuestras propias existencias.
Es posible que haya gente que nunca consiga perforar la capa que cubre el abundante tuétano contenido en esta película que va hasta las entrañas de la vida humana, pero el arte es así de caprichoso. En cualquier caso creo que es clave dejar que sea la película la que nos aborde y envuelva con toda su fuerza arrolladora, pero eso sí, hay que dejarse llevar, no sirve de nada mantener resistencias conscientes o subconscientes a lo que ésta pueda querer alumbrar de nuestras propias existencias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
A pesar de que uno de los objetivos manifiestos del director es demostrar la nimiedad del ser humano en el complejo entramado del universo lo cierto es que pone no menos energías en dar a los sentimientos humanos sus verdaderas dimensiones, de tal modo que en esas secuencias que muestran las evoluciones incansables de la naturaleza y el cosmos (siendo muchas de ellas hermosos homenajes a Kubrick) pretende reflejar que en el dolor de un hombre o una mujer parecen estar conjuradas todas las fuerzas del universo.
Precisamente ese es uno de los principales activos del trabajo de Malick, el dar rienda suelta a los impulsos internos del hombre sin ponerles trabas, como si de un torrente desbordado se tratara. Verdaderamente creo que estamos ante una obra que es capaz de destacar las múltiples conexiones que nos unen al universo, simplemente hay que pensar que al tiempo que una madre se entera del fallecimiento de su hijo una supernova puede estar explotando en algún punto distante del cosmos, a pesar de que su luz nunca nos alcanzará. La fuerza de esta idea es abrumadora, como la actuación de unos actores en estado de gracia (mención especial merecen los papeles de Hunter McCracken y Brad Pitt, a quien nunca había visto en un registro tan profundo y, a la vez, tan logrado) que consiguen transmitir sentimientos como la impotencia (me quedo con el momento en que Pitt, padre de McCracken en la película, es incapaz de superar la barrera moral y física que ha establecido con su hijo a través de la educación y la cotidianeidad para mostrarle el dolor y el arrepentimiento que lleva dentro de sí por su excesiva rigidez a la hora de educarlo) o la idea de lo irreparable como nunca antes había visto en el cine (es destacable el momento en que McCracken ruega poder volver a ser igual que sus hermanos, borrando cualquier idea o acto macabros que hubiera podido albergar o cometer hasta ese momento).
Ni qué decir de un desconcertado Sean Penn, al cual el tiempo le hará reflexionar sobre el valor de su actuación en esta obra, a la cual da una dignidad tan especial con su sola presencia. Precisamente, en las imágenes finales donde aparece caminando por la bruma de los recuerdos vemos que es ahí, en la memoria, donde se encuentra la verdadera libertad del hombre, el lugar en que puede hacer y deshacer a su antojo en mitad de un mar amniótico ante el cual todas las barreras que somos -o fuimos- incapaces de derribar ceden dando lugar a un mundo más acorde con nuestros deseos (la vuelta al origen, he ahí esa energía que ni se crea ni se destruye).
Una película que nos invita a repensarnos a nosotros mismos respecto a nuestro lugar en el mundo y frente a los seres que amamos siempre ha de ser bienvenida, pero si en su reflexión alcanza el nivel de la tensa escultura berniniana sin lugar a dudas estamos ante una obra maestra. Malick nos tiende una mano para llevar a cabo un pequeño renacimiento ante una pantalla de cine. Ofertas como esta son irrechazables.
Precisamente ese es uno de los principales activos del trabajo de Malick, el dar rienda suelta a los impulsos internos del hombre sin ponerles trabas, como si de un torrente desbordado se tratara. Verdaderamente creo que estamos ante una obra que es capaz de destacar las múltiples conexiones que nos unen al universo, simplemente hay que pensar que al tiempo que una madre se entera del fallecimiento de su hijo una supernova puede estar explotando en algún punto distante del cosmos, a pesar de que su luz nunca nos alcanzará. La fuerza de esta idea es abrumadora, como la actuación de unos actores en estado de gracia (mención especial merecen los papeles de Hunter McCracken y Brad Pitt, a quien nunca había visto en un registro tan profundo y, a la vez, tan logrado) que consiguen transmitir sentimientos como la impotencia (me quedo con el momento en que Pitt, padre de McCracken en la película, es incapaz de superar la barrera moral y física que ha establecido con su hijo a través de la educación y la cotidianeidad para mostrarle el dolor y el arrepentimiento que lleva dentro de sí por su excesiva rigidez a la hora de educarlo) o la idea de lo irreparable como nunca antes había visto en el cine (es destacable el momento en que McCracken ruega poder volver a ser igual que sus hermanos, borrando cualquier idea o acto macabros que hubiera podido albergar o cometer hasta ese momento).
Ni qué decir de un desconcertado Sean Penn, al cual el tiempo le hará reflexionar sobre el valor de su actuación en esta obra, a la cual da una dignidad tan especial con su sola presencia. Precisamente, en las imágenes finales donde aparece caminando por la bruma de los recuerdos vemos que es ahí, en la memoria, donde se encuentra la verdadera libertad del hombre, el lugar en que puede hacer y deshacer a su antojo en mitad de un mar amniótico ante el cual todas las barreras que somos -o fuimos- incapaces de derribar ceden dando lugar a un mundo más acorde con nuestros deseos (la vuelta al origen, he ahí esa energía que ni se crea ni se destruye).
Una película que nos invita a repensarnos a nosotros mismos respecto a nuestro lugar en el mundo y frente a los seres que amamos siempre ha de ser bienvenida, pero si en su reflexión alcanza el nivel de la tensa escultura berniniana sin lugar a dudas estamos ante una obra maestra. Malick nos tiende una mano para llevar a cabo un pequeño renacimiento ante una pantalla de cine. Ofertas como esta son irrechazables.