Yo, que normalmente suelo ser más que generoso con las votaciones y que, por lo general, sufro una especie de embrujo con las películas del señor David Lynch tengo que discrepar esta vez. Justo cuando decido ver una de sus películas normales (entiéndase el término normalidad por aquel en el que es la película la que hace casi todo por ti requiriendo un mínimo uso de la intuición). Será que me he acostumbrado a su lado oscuro y esquizofrénico. Ni tan siquiera Baladamenti parece Baladamenti en esta película. Quizás algunos quisieran más detalles, quizás es que veo la historia demasiado simple, quizás nada demasiado en la superficie y eso me ha desconcertado tratándose de semejante director.

Sin embargo hay cosas en las que Lynch no se traiciona a sí mismo porque a la par que emplea planos excepcionales consigue un final de lo mejorcito que he visto en tiempos. ¡No, no y no!, ¡Una vez más se niega a caer en el convencionalismo de un final fácil y predecible!* (nota con spoiler).

Antes de terminar no sería justo si no hiciera mención al gigantesco papelón de Richard Farnsworth, sin el que la historia no sería nada. Su interpretación raya al nivel de los mejores Oscars sin lugar a dudas. Un monstruo que, junto al final, hacen el visionado de la película imprescindible.