Película que consigue atrapar tu atención durante sus casi dos horas de duración, sin llegar a saber exactamente los motivo. Te quedas esperando el siguiente giro inesperado en las acciones de Travis (De Niro), pero sin llegar a empatizar del todo con el personaje ni entender completamente las razones que le llevan a convertirse en una especie de justiciero social de las clases sociales bajas.
Parece una rebelión personal, tomándose la justicia por su mano, de un veterano de Vietnam que siente que la sociedad le ha dado la espalda, víendose sumergido en una vida de taxista nocturno, con pocas horas de sueño y numerosos conflictos con personas de distintas clases sociales. Dicho cocktail potencia su marcada obsesión por limpiar la ciudad de violencia y del ambiente sórdido que a su parecer inundan las calles.
También merece una mención una reflexión que invita a realizar sobre la clase política, que aparenta estar cerca de la gente de a pie, pero en realidad se encuentran lejos de querer/poder empatizar con ellos, "tan cerca pero a la vez tan lejos".