He entrado en el cine, me he sentado en la butaca y cuando ha acabado la película me he dado cuenta de que no solo estaba con la boca abierta, sino que ni siquiera había encontrado el tiempo necesario para acomodar los enseres que todavía tenía encima, lo gracioso es que tengo la sensación de que las otras personas eran partícipes del mismo trance o quizás estaba horrorizadas, vete tu a saber.

No estamos ante una película de terror al uso, o sea, con sustos y toda la parafernalia habitual, hablamos de una historia “ordinaria” que ocurre a la luz del día entre cuatro tiernas criaturas con diferentes problemas como el autismo, la marginación o el vitiligo y que empiezan a desarrollar un fuerte componente psicópata mientras se dan cuenta de que son capaces de hacer cosas asombrosas con su mente. Algo así como una historia de pequeños mutantes pero sin ningún otro parecido con el cine de superhéroes, más bien al contrario.

El director noruego Eskil Vogt firma esta devastadora y realista pesadilla de la que cuatro niños no pueden escapar y ni siquiera lo pueden contar a sus padres porque saben mejor que nadie que no les creerían. Están solos y tienen que aprender a sobrevivir entre ellos, una pasada.