No tenía muy buenas vibraciones pese a las valoraciones tan positivas de la crítica, algo que llevo arrastrando mucho tiempo ya con el cine español salvo honrosas excepciones como “Hasta el cielo” , “Las niñas” y alguna más , así como afirmo rotundamente que la producción vasca de ahora mismo; “Ane”, “Hil Kanpaiak” o “Akelarre” es de lo más estimulante en la cartelera.

Digamos que al cuarto de hora comencé a preocuparme porque Kiti Manver me recordaba peligrosamente a Rosendo Mercado en lo físico y a Jorge Cadaval en lo sobreactuado, pero Juana Acosta tampoco se libraba de ese rictus de impostura que destila el argumento y al que que las apariciones forzadas de Carlos Areces o Jorge Sacristán lo acaban de sumir en ese estado de comedieta absurda española con buenos propósitos.

Yo a la media hora me había desconectado de la pantalla lo suficiente para no echarme ni a llorar ni a reír y así poder seguir hasta el final el devaneo de una película con buenos propósitos y entretenida para quien busque pasar un buen rato de evasión pandémica, aunque muy lejos del brillo de “Campeones” o los “Ocho apellidos vascos”.