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Voto de Jordirozsa:
7
23 de enero de 2021
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pareja joven (Amy Gumenick y Josh Heisler), festejan el nacimiento de su pequeña con el bautizo de ésta. Él es un sacerdote, y ambos parecen vivir una fe sólida en sus creencias. Ello parece contribuir al clima de felicidad que aparentemente les rodea. Sin embargo, unas extrañas visiones y voces que Bram experimenta, parecen amenazar este plácido bienestar.
Una película modesta en todos los sentidos, pero aún con un resultado bastante aceptable: desde un bajo presupuesto, hasta un sobrio desarrollo de la trama, sin sobresaltos ni sustos baratos, mantienen la expectación de principio a fin de la cinta. Aunque al ritmo narrativo, en consonancia con este estilo minimalista, para gusto de algunos le faltaría algo de intensidad dramática. Pero Gus Krieger parece querer mantener en todos los aspectos un trazo de realismo en la interpretación, la ambientación del contexto, la fotografía, la banda sonora (que se mantiene en un plano casi subliminal para no eclipsar al resto de elementos, para lucir su mensaje prácticamente al final, con los títulos de crédito).
En suma, una película que sostiene el nivel de interés y atención, sin aritificios ni postizos, y que en todo momento genera el clima de terror con lo puramente psicológico, y su vínculo con el plano espiritual-religioso.
El argumento es muy sencillo de entender; y aunque los diálogos tienen su sustancia, en VOSE se puede seguir perfectamente el hilo, sin las impurezas que comportaría el doblaje.
Una película modesta en todos los sentidos, pero aún con un resultado bastante aceptable: desde un bajo presupuesto, hasta un sobrio desarrollo de la trama, sin sobresaltos ni sustos baratos, mantienen la expectación de principio a fin de la cinta. Aunque al ritmo narrativo, en consonancia con este estilo minimalista, para gusto de algunos le faltaría algo de intensidad dramática. Pero Gus Krieger parece querer mantener en todos los aspectos un trazo de realismo en la interpretación, la ambientación del contexto, la fotografía, la banda sonora (que se mantiene en un plano casi subliminal para no eclipsar al resto de elementos, para lucir su mensaje prácticamente al final, con los títulos de crédito).
En suma, una película que sostiene el nivel de interés y atención, sin aritificios ni postizos, y que en todo momento genera el clima de terror con lo puramente psicológico, y su vínculo con el plano espiritual-religioso.
El argumento es muy sencillo de entender; y aunque los diálogos tienen su sustancia, en VOSE se puede seguir perfectamente el hilo, sin las impurezas que comportaría el doblaje.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La historia se desarrolla en diferentes etapas, tituladas con el nombre de algunos de los primeros libros del Antiguo Testamento de la Biblia (el nudo del tema se centra en el capítulo del Sacrificio de Isaac). Y resultaría mucho más, sin una introducción que, a parte de despistar un poco, por querer dar un toque de entrada inquietante, hace que buena parte de lo que viene después, sea bastante previsible.
No obstante, el director consigue mantener con poco (planos, símbolos, diálogos...) el clima de tensión con suma eficacia. A pesar de la atmósfera excesivamente reveladora del principio, y siguiendo una estructura narrativa similar a obras maestras del género como El Exorcista o la Profecía, va aplicando los pasos de la receta: las visiones de Bram, que asegura que Dios le pone a prueba como a Abraham, pidiéndole su disposición hasta a sacrificar su hija como prueba de su fe; el temor de ella a que le pase algo a la niña... la doble posibilidad narrativa de que sean ciertas las visiones, o que se trate de una recaída de Bram a la bebida (durante una visita de cortesía de un vecino, ella encuentra una botella vacía de whisky en el contenedor)...
Descartada una afectación de orden neurológico en la visita y las pruebas al hospital, el comportamiento psicótico de Bram se torna más inquietante. Y durante la cena a la que les invita el psicólogo o psiquiatra que trata a Bram, se perfila la posibilidad de que no sea, ni enfermedad mental, ni la voz de Dios, lo que aqueje a Bram, sinó el Demonio.
Con ello, el guión nos lleva al exorcismo que celebra el sacerdote amigo de la família, i con el que cabría esperar que concluye el sufrimiento y temores de todos.
Sin embargo, el que al final de la ceremonia ella arroje el crucifijo que le había regalado el sacerdote al principio de la película (a modo de talismán protector), y la forma en que se rompe, así como la advertencia de que llame a la policía si vuelven a aparecer comportamientos extraños en Bram, abren de nuevo el hilo narrativo con la posibilidad del trastorno psicótico, y postergan la resolución hasta aparece la última crisis de Bram.
Después de una angustiosa secuencia en la que ella desesperadamente lucha por evitar que le haga daño a la niña, parece diluirse la vía esotérica cuando aparece él con una herida abierta que se ha autoinfligido diciendo: "no hay nada, no apareció nada".
Con todo resuelto (la niña a salvo, Bram se supone que muerto, la reflexión final del amigo sacerdote...) y un conjunto de planos que narran una aparente conclusión, la película da un último giro estremecedor con el apagón de las luces de la vista de la ciudad que contempla la madre con su hija en su regazo, para horror suyo, con unos efectos musicales y de sonido que realzan el momento: al final, sobreviene la temida oscuridad que Bram había anunciado en una de sus visiones si no cumplía el supuesto "mandato de Dios".
Así pues, con pocos elementos, entre parte y parte, el guión consigue su efecto: el delirio inicial, el chisporroteo de las lámparas en el bautizo (eficaz por lo sobresaltante que resulta a pesar de ser tan sutil), la caída y rotura en el suelo del crucifijo durante un exorcismo sin babas verdes, espasmos ni cabezas girantes, y el progresivo apagón final.
Sin grandes pretensiones, un resultado nada menospreciable. No será obra de culto, pero está bastante bién construída y trabajada.
No obstante, el director consigue mantener con poco (planos, símbolos, diálogos...) el clima de tensión con suma eficacia. A pesar de la atmósfera excesivamente reveladora del principio, y siguiendo una estructura narrativa similar a obras maestras del género como El Exorcista o la Profecía, va aplicando los pasos de la receta: las visiones de Bram, que asegura que Dios le pone a prueba como a Abraham, pidiéndole su disposición hasta a sacrificar su hija como prueba de su fe; el temor de ella a que le pase algo a la niña... la doble posibilidad narrativa de que sean ciertas las visiones, o que se trate de una recaída de Bram a la bebida (durante una visita de cortesía de un vecino, ella encuentra una botella vacía de whisky en el contenedor)...
Descartada una afectación de orden neurológico en la visita y las pruebas al hospital, el comportamiento psicótico de Bram se torna más inquietante. Y durante la cena a la que les invita el psicólogo o psiquiatra que trata a Bram, se perfila la posibilidad de que no sea, ni enfermedad mental, ni la voz de Dios, lo que aqueje a Bram, sinó el Demonio.
Con ello, el guión nos lleva al exorcismo que celebra el sacerdote amigo de la família, i con el que cabría esperar que concluye el sufrimiento y temores de todos.
Sin embargo, el que al final de la ceremonia ella arroje el crucifijo que le había regalado el sacerdote al principio de la película (a modo de talismán protector), y la forma en que se rompe, así como la advertencia de que llame a la policía si vuelven a aparecer comportamientos extraños en Bram, abren de nuevo el hilo narrativo con la posibilidad del trastorno psicótico, y postergan la resolución hasta aparece la última crisis de Bram.
Después de una angustiosa secuencia en la que ella desesperadamente lucha por evitar que le haga daño a la niña, parece diluirse la vía esotérica cuando aparece él con una herida abierta que se ha autoinfligido diciendo: "no hay nada, no apareció nada".
Con todo resuelto (la niña a salvo, Bram se supone que muerto, la reflexión final del amigo sacerdote...) y un conjunto de planos que narran una aparente conclusión, la película da un último giro estremecedor con el apagón de las luces de la vista de la ciudad que contempla la madre con su hija en su regazo, para horror suyo, con unos efectos musicales y de sonido que realzan el momento: al final, sobreviene la temida oscuridad que Bram había anunciado en una de sus visiones si no cumplía el supuesto "mandato de Dios".
Así pues, con pocos elementos, entre parte y parte, el guión consigue su efecto: el delirio inicial, el chisporroteo de las lámparas en el bautizo (eficaz por lo sobresaltante que resulta a pesar de ser tan sutil), la caída y rotura en el suelo del crucifijo durante un exorcismo sin babas verdes, espasmos ni cabezas girantes, y el progresivo apagón final.
Sin grandes pretensiones, un resultado nada menospreciable. No será obra de culto, pero está bastante bién construída y trabajada.