Espectacular segunda parte de la mejor saga de la historia del cine. Otro día ya analizaré la primera, seguramente la película que me afianzó como amante del cine.
En esta parte nos encontramos con el mejor prólogo de la historia del cine, 17 minutos apasionantes en el que suceden una tras otra escenas cada cual más espectacular y entretenida. Su últimos 30 minutos son dignos del mejor aventurero del mundo. En medio tenemos una trama con ciertos altibajos, algo que la relega del 10 absoluto que tienen las otras dos entregas. La cuarta no la cuento porque prefiero olvidar los gatillazos.
Sus altibajos se producen precisamente en el templo. El contraste de las escenas más ingenuas, incluso infantiles, pero bien resueltas, con otras más contundentes e incluso morbosas producen un cierto bajón, pero a Indy se le puede perdonar.
Al margen de estos momentos, que además con el tiempo, sobretodo al ver con mis hijos, les doy más importancia, cada una de las escenas de esta películas son antológicos. Mi preferida, el montaje en paralelo de dos amantes que se desean pero que quieren preservar su orgullo.
De reconocido disfrute, se degusta una y otra vez con la facilidad con la te reencuentras con los seres queridos. Es uno más de la familia, es un plato que repites porque sabes que te gusta y además alimenta.