Esa es la gran contradicción de esta obra de Mike Leigh. Por un lado tenemos una maravillosa fotografía de Dick Pope, con unos exteriores deslumbrantes y una recreación de interiores notables. Y por otro lado una frialdad narrativa que no transmite casi nada. Todo se queda en una magnífica recreación de Timothy Spall, que también sea dicho, tiene un gran personaje para lucirse aunque por lo general resulta antipático.
La película es demasiado larga, en algunos momentos aséptica, no he logrado desenmarañar su desenlace. Aunque he intentado que me gustase no me ha producido más admiración de la de descubrir algunas de las obras de Mr. Turner y sus costumbres. Especialmente curioso me ha resultado cuando se ha atado al palo de un barco para sentir la sensación de la navegación.