Los detalles demagógicos y simplones en los que que cae en muchas ocasiones le restan mucho. Nos presenta al protagonista como a un héroe romántico, con toques de don juan, rezongón y con retranca, alrededor del cual giran el resto de personajes, unos más acertados que otros (el de Lola Dueñas, para mí la mejor de la película). A la mayoría los utiliza para reforzar la idea central de la película.

Me quedo para bien con dos escenas: la de la ensoñación de Sampedro con el Nessun Dorma de fondo, y otra entre Bardem y Rueda, de erotismo muy logrado, teniendo como vehículo...un cigarrillo.

Para mal varias: fundamentalmente la que tiene por protagonista al cura. Tiene el clásico sesgo que pretende malmeter al espectador con lo de siempre: la Iglesia, oh qué malos son. Y la última que, francamente, me parece casi insultante por lo lastimoso que quiere transmitir para quienes no piensen del mismo modo.

Bardem haría un buen papel si no fuera porque no vocaliza en la mayoría de los diálogos: ya sabemos que Sampedro era gallego, pero supongo que el acento podría haberse logrado sin agudizarlo tanto, porque imagino que querrán que nos enteremos de lo que dice.

Lo del Oscar no lo entiendo.