Este es un documental bello por donde se le mire: la narración hecha por fotográmas de filmes de Stanley Kubrick, y también de Spielberg y de Gibson, y de tantos otros nos adentra en una aventura mágica de relaciones muy promiscuas con el cine. Pero eso es el cine: promiscuidad, fiesta, orgía perpetua. Ascher ha logrado llevarnos de la mano como el mismo Kubrick a través de la estructura de The Shining , la maravillosa película de 1980. Todo aquel que termina de ver Room 237 queda con una deuda pendiente y con la tentación provechosa de volver a ver la filmografía de Kubrick y repasar los elementos simbólicos que allí podemos encontrar. Uno viene a darse cuenta de que no ha visto bien las grandes películas, de que el ejercicio de "cinéfilo" ha estado mal hecho. Y por ello este documental resulta muy aleccionador y necesario para percatarse de que toda obra fílmica tiene lo que vemos, lo que se muestra, y lo que no vemos porque no lo quisimos percibir. La famosa ceguera por falta de atención.
¿Cómo era posible que hubiera visto The Shining y no la hubiera visto?, me preguntaba. Pero era mi infancia de espectador, mi devoción a la imagen contada. Algo también se cuenta sin que me hubiera dado cuenta, algo tengo que ver de nuevo para comprenderlo mejor.