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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
6
Drama Randy "The Ram" Robinson (Mickey Rourke) es un luchador profesional de wrestling que, tras haber sido una estrella en la década de los ochenta, trata de continuar su carrera en el circuito independiente, combatiendo en cuadriláteros de tercera categoría. Cuando se da cuenta de que los brutales golpes que ha recibido a lo largo de su carrera le empiezan a pasar factura, decide poner un poco de orden en su vida: intenta acercarse a ... [+]
23 de febrero de 2009
44 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aronofsky plantea una cinta que funciona en determinados frentes, patinando, eso sí, en otros muchos. El caso es que esta vez decidí conscientemente -fue un acto voluntario- fijarme en la descripción descarnada del antihéroe, en la piel coriácea de Rourke interpretándose un poco a sí mismo (a eso juega el director desde el principio, ocultando el rostro del protagonista, sabiéndose custodio de la composición de un personaje en el que hay mucho de propia intimidad). Decidí, por tanto, recrearme en esa jeta de Mickey que muchos ratos te recuerda a Carmen de Mairena y otros tantos a "El último guerrero", y valorar en su justa medida el esfuerzo de un, normalmente,"modernete" Darren Aronofsky por ofrecer algo de sencillez que deje respirar las escenas apoyándose en los actores para configurarlas. Marca su impronta autoral, sí, porque este hombre no se puede contener, pero lo hace con menos ansia ególatra que en otras de sus películas.

No es baladí el hincapié en los 80, no cae en saco roto la ponderación constante del sleazy rock o cock rock (o como se lo quiera llamar), porque la cinta tiene una atmósfera a lo Mötley Crüe y a lo Twisted Sister. Y resulta ésa muy buena opción a la hora de perfilar el ocaso de pasados irrecuperables en el que se mueve Randy "The Ram" Robinson, un mundo donde la podredumbre llega a extremos de patetismo y decadencia que la realización de Aronofsky enfatiza mediante una fotografía gris, mediante la ausencia de planos-contraplanos y con el recurso a una cámara al hombro cuasi documental.

Todas esas pretensiones feístas, unidas a la ya referida colección de temas representativos de la que es en mi opinión la música más decadente del pop-rock popular, generan una tremenda sensación de resaca, de post-partido en estadio vacío, de día nublado tirado en el sofá con un martillo en la cabeza. Casi como revisar un vídeo-clip de los primeros Poison con sus mallas y sus maquillajes.

Yo me quedo con eso, por encima del esquematismo de la propuesta, del transitadísimo guión y de algunas ansias de tremendismo mal cosido. Me quedo con la sinceridad de las interpretaciones al límite de Rourke y de una Tomei que también roza los fangos del dramatismo más nauseabundo. Y me quedo con un Aronofsky que, por una vez y sin que sirva, imagino, de precedente, ofrece una realización algo más depurada, algo más respetuosa con las necesidades de la historia.
Bloomsday
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