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Voto de Alice Ayres:
9
Drama Después de sufrir un grave accidente de coche, una mujer comienza a percibir la ciudad en que vive, Rávena, como un desierto tanto en el plano físico como en el de las relaciones personales. Las secuelas psicológicas le impiden llevar una vida normal y relacionarse con la gente que la rodea. (FILMAFFINITY)
4 de enero de 2022
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Una vez más lo que más me interesa de Antonioni es la memoria que guardan los espacios que habitan los personajes. Mónica Vitti, nuestra protagonista tiene desde el principio una gran dificultad para conectar con la realidad, se siente despegada, ajena y ausente, como si no perteneciera a ningún lugar, porque tampoco nada le pertenece. Por ello, confunde los apegos, hacia los objetos y hacia las personas, si fuera por ella, se lo llevaría todo si cambiara de lugar. Porque nada garantiza que en el proceso de ida y vuelta las cosas vayan a seguir tal y cómo las dejamos. Por lo tanto es mas seguro llevarlas encima, porque en ese transcurso de cambio, evolucionan a la vez que el sujeto si las tenemos cerca. “Si yo tuviera que marcharme para siempre, te llevaría también a ti. Sí, porque ya formas parte de mí, de lo que me rodea.” Esta afirmación que hace Mónica Vitti pone un punto de atención en el poder del entorno, como si las cosas y personas de nuestro alrededor formaran parte de nuestra identidad, como si nos pertenecieran por ser parte de nuestra realidad subjetiva.

En la secuencia desea: “(…) tener aquí a todas las personas que me han querido, tenerlas alrededor de mí, como un muro” (01:33:23). Sería como hacerse un manto de sí misma, pero en lugar de estar formado con recuerdos que la aproximarán a un lugar plácido y conectado con su verdadera identidad, estaría formado por los afectos que le aportan calor, es decir, desde el amor exterior, desde la memoria que los demás le dan de sí misma, desde el conjunto, no desde la propia individualidad. Ella no encuentra conexión con la realidad, está aislada, es como un 1 solitario, no cree en su propia existencia. “Hay algo terrible en la realidad, pero no sé que es” (1:44:50). Hay un miedo invisible presente en toda la película, que habita todos los espacios y no se sabe de donde viene. Los espacios contienen esa inquietud, las fábricas, los páramos, vertederos químicos, espacios en construcción o desamparados… casi parecen un reflejo del propio personaje, como un espejo de su alma. Que a la vez pudiera ser reflejo de la sociedad en la que se habita y a la que se teme. Temor e impotencia por querer huir y acercarse al círculo del que se debe formar parte y del que no se puede formar parte porque también se teme al progreso, que desintegra y desmantela en lugar de unificar: “Si me pinchas a mí, yo sangro pero tu no”.

Durante todo el metraje los personajes de su alrededor la definen como inadaptada, ante esta situación de diferenciación, de señalamiento, se acentúa la frustración por percibir las cosas tal como los demás no las perciben, y necesita desesperadamente reintegrarse en la realidad de “los otros”, por ello recurre al deseo físico. Hay un momento en el que se vislumbran deseos de fusión con otros seres, un arduo deseo de posesión, de deshabitar el propio cuerpo para que otro lo habite, que otro se haga cargo. Por otro lado también podría deberse a la esperanza de reunión y conexión para sentirse parte de algo, de no sumar 2, sino hacer un 1 compacto.
Alice Ayres
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