Un director tan notable como Ang Lee, con un asombroso dominio del medio, a duras penas consigue que la película no naufrague totalmente. El guión ya se ha visto mil veces, como por ejemplo en la saga Bourne: un agente ejecutor que es explotado, engañado y traicionado por una agencia de inteligencia totalitaria que opera al margen del sistema. Pero quizá lo peor no es el guión, más bien que éste va por una parte y la película por otra. Es un poco como cuando alguien dice que sí y mueve la cabeza diciendo que no. Es algo incluso complicado de hacer, porque son acciones, de natural, incompatibles.

Y algo parecido ocurre aquí, ya que nos presentan a un agente torturado, cansado de matar, con el alma rota, pero que se comporta como un santo, comprensivo, leal, valiente, sonriente, con una empatía casi absoluta. Un Will Smith haciendo del mejor Will Smith posible, casi tan simpático como en sus comedias, algo que chirría con ese pretendido suplicio con el que convive el personaje. En un momento el protagonista comenta: "de clonar a alguien hubieran clonado a Nelsón Mandela". Pues eso es justo lo que parece que hace la película, clonar a Mandela pero metiéndolo en la piel de un asesino infalible. Además, también esa premisa de que el personaje es el mejor del mundo en su profesión resulta increíble. No ya por reiteración (en cada película hay uno distinto que es el mejor), también porque es un concepto demasiado cinematográfico, demasiado vetusto o anticuado, como el pistolero más rápido del oeste. Es como si la película tratara de blanquear en todo momento al protagonista, que su supone que ha matado a no sé cuantos, que se carga a otros tantos, pero lo muestran como si se tratara de un videouego (no sabemos nada de ninguno de los que mata, ni siquiera se les ve la cara). Tampoco las escenas de acción, por más que estén bien rodadas, aportan el más mínimo contenido dramático, bien porque algunas son muy largas, bien porque carecen de tensión, ya que en ningún momento llegas a temer por la integridad de su protagonista.

Adoloce de clara disonancia entre lo que se cuenta y lo que se muestra, como si se tratara de dos historias distintas, una que blanquea o maquilla en exceso a la otra.