Resulta fascinante la asombrosa capacidad que tiene Tarantino para concitar y mantener la atención del espectador en todo momento. Da igual, un paseo en coche, una conversación en apariencia trivial, darle de comer al perro etc. Es como si todo estuviera en su sitio, al ritmo adecuado, con la música (o el silencio) más apropiada, con la intensidad justa. Nadie en la historia del cine tiene esa habilidad, ese dominio del tiempo y del espacio cinematográfico. Y en esta película igual, pasan los minutos y todo es agradable, todo es interesante, sobre todo para los que hemos nacido con la televisión, para los que hemos visto todas esas series a las que se le rinde homenaje, spaghetti western incluidos..
Pero a diferencia de las mejores obras de este director, ésta no acaba ser redonda, parece que no tiene un propósito. No atesora una idea, un tempo, o algo que la haga homogénea, que le de estabilidad a todo el conjunto. Carece de ese intangible que hace que unas películas entren en el corazón del espectador, mientras que otras, por lustrosas que sean, no consiguen atravesar esa invisible y enigmática barrera.

El problema estriba en que Tarantino no dispone de la habilidad que atesoran otros directores, la de conectar con la realidad. Cuanto más cinematográfica, cuando más irreal sea la trama, la historia, más rica deviene su obra. Cuando trata de conectar con la realidad, como en esta película, no lo consigue. Aquí intenta reflejar lo que ocurría a finales de los 60 en los Ángeles, el mundo de la televisión y del cine por aquellos años, el fenómeno hippie etc.

Pero más allá del mundo cinematográfico, del cine dentro del cine, casi nada de lo que se cuenta conecta adecuadamente con lo que se pretende describir, incluso parece más cinematográfico que las películas inventadas que ruedan los protagonistas. Incluso diría que la aproximación a la persona real por excelencia en la película, Sharon Tate, es caricaturesca (en menor medida también la de Bruce Lee), ya que nunca parece una persona de carne y hueso. Tarantino, consciente o inconscientemente, antes que acercarse, huye de la realidad que pretende describir.

En definitiva, cine dentro del cine sí, por ahí camina victoriosa y majestuosa la película y por ahí brillan sus aclamados intérpretes. Pero muy poco más, casi nada que trascienda, una película muy bien hecha, interesante y singular, pero casi huérfana de verdad.