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España España · Barcelona
Voto de Borja C:
3
Documental Luminous Void: Docudrama es un documental como ningún otro. Comenzando con las extrañas prácticas y fantasías de un grupo de cineastas que trabajan bajo el sello Experimental Film Society, se convierte en un manifiesto de luz y sonido. Este deslumbrante viaje a través de una visión del cine como ritual cósmico y delirio erótico es también una celebración idiosincrásica del medio mismo. El estilo visual adornado de Rouzbeh Rashidi desata ... [+]
1 de diciembre de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El curioso cine de Rouzbeh Rashidi podría definirse en una sola palabra, pero sería demasiado poco esclarecedor hacerlo. Por esa razón, hay quienes optan por usar un diccionario completo de adjetivos muy diversos y diferentes para intentar definirlo. Respuesta lógica para hablar de algo que no tiene ningún sentido concreto y se limita al experimento más extravagante y personal.

Luminous Void: Experimental Film Society Documents es un libro que cuenta la historia de la EFS y menciona impresiones e información acerca de sus miembros. Su fundador, Rouzbeh Rashidi, se declara como un cinéfilo y un cineasta al que le interesa más propiciar una experiencia única que cualquier otra cosa. Con Luminous Void: Docurama, logra su objetivo, a medias. Mediante una amalgama de imágenes, de naturaleza psicodélica y exacerbada, como un eco de la cúpula del placer de Kenneth Anger, el director lleva la imagen y el concepto de ella a un nivel “alienígena” y absolutamente chocante —aunque dentro de ese choque haya también mucha simbiosis cutre y un aire psicótico—. Un conjunto de colores vibrantes que distraen, atraen, horrorizan y asombran. Un cuadro lleno de pigmentos radioactivos que incitan a la perturbación de los sentidos. Lo curioso es que, tras esa puesta en escena tan pintoresca y aun pareciendo que haya algo más o lo vaya a haber, no se da tal cosa. La premisa es puramente audiovisual y nada más.

Un documental de un documental, de la Nada a la Nada y por tanto avocado al vacío. Un vacío lleno de luz, que no es real ni arroja sombra sobre los objetos. Un paseo por el espacio y la mente de un hombre que no lleva a ningún punto y dista mucho de conseguir un objetivo concreto. Todo el aparato “pensante” de la película recae en el elemento clave en el cine de Rashidi: el espectador. La figura del espectador es la que interesa al director, no desde un punto de vista clásico —espectador que se entretiene— ni tampoco profundo —espectador que presencia una obra de arte—, sino simplemente partícipe. Rashidi crea su cine para ser experimentado desde una mirada infantil, ya que él también se considera espectador; tanto, que afirma que éste se construye a sí mismo y lo utiliza —a Rashidi— como mera herramienta para manifestarse. Él y su cine son lo mismo y es por esto que se presenta tras la cámara y ante ella, ambas dentro de la pantalla (al menos en su etapa más reciente), como un demiurgo que a la vez es un mero peón; que orbita en el abismo intentando dilucidar lo que él mismo ha creado. Siendo así, un loco y un visionario al mismo tiempo.

La película cala hondo si se mira con ojos de niño. De ser no racional. Ya que su naturaleza es ambigua, difusa y reiterativa. Tanto que todo puede significar cualquier cosa, y por tanto todo se reduce a Nada. Nada perturbadora. Nada interesante. Si se produce una inmersión al visionar la película quizá pueda llegar a apreciarse más la obra como pieza artística que como un batiburrillo de imágenes estocásticas que tienen su atractivo. Pero no es ese el propósito de la imagen para un servidor. Creo que, de forma parecida a Bokanowski, Rashidi opta por utilizar las imágenes como formas intermediarias entre realidades ficticias., recurriendo a su solapado y a su reverberación para suscribir mundos de ideas que conviven. La continua sucesión de fotogramas brillantes y superpuestos me hace reflexionar, no sobre el fin o mensaje de la cinta, sino sobre el porqué mismo de la cinta. ¿Por qué tiene esa naturaleza tan despiadada y aparentemente libre, si parece algo sacado de un cerebro caótico?

Desde la sala de grabación hasta la lectura de un pasaje, la incertidumbre y la incómoda sensación de estar presenciando algo que podría no ser más que una tontería grabada por cuatro amigos, se ve eclipsada por un suceso aún más desconcertante, pero que te da pistas sobre lo que la película quiere de ti. Atención ciega, inmersión total. Drogadicción. La película te quiere dócil para hablarte de la Historia del cine mencionando, de manera óptica, a directores y obras relevantes en ella.

El cine que Rashidi homenajea, es el de la invención, el del siglo XIX. Cuando surgió el cinematógrafo y se creó el concepto no artístico de captar la realidad para reproducirla ad infinitum. Un cine precursor del cine de la atracción y el embelesamiento que pasa ahora a un nivel moderno y consciente de sí mismo. El cine de atracciones pasa a ser cine de adicciones en cuanto la imagen, el color, el sonido y el montaje se unen para dotar al celuloide de un efecto narcótico. Luminous Void: Docurama es, junto con TRAILERS, el perfecto ejemplo de posesión catatónica en el nuevo cine experimental. Pues ningún gesto quiere decir nada ni tampoco negarlo. El uso de los “personajes” acompaña al apartado visual, a lo misterioso del propio medio: la imagen trastornada. Y como tal, el misterio se explora en su totalidad: Rashidi experimenta, es un alquimista que atomiza el cine y como un poseso, decide enseñarnos todo lo que consigue crear. Sin dejarse ningún producto archivado.

Continúa en el "spoiler" por falta de espacio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Borja C
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