Brillante y cristalina en su sencillez narrativa, "Le Havre" es un cuento moral de colores pastel adornados con unos saturados rojo y amarillo. Es la colección de feos habituales en la filmografía del finlandés, metidos aquí en una calle, dos tiendas y una casa, donde las frutas, los relojes y las paredes están pintadas en una sucesión de colores grises, propias de una Europa decadente, y un rojo brillante sobre la piel de un niño de color como homenaje a la infancia y a un futuro esperanzador. Kaurismaki filma a ras de los pies y desde la cintura hacia arriba de sus personajes, acercando la cámara al rostro de unos personajes donde uno ve más que nunca la maravillosa identificación de un cine del que es un ser único. Ha realizado su película más accesible y el mejor cuento moderno del año 2011. Es una obra maestra de los desheredados y una magnífica película de los últimos años. Se queda en la memoria y no se va nunca. Es algo imprescindible, imperecedero, perenne y absolutamente imprescindible.