"Un hombre como yo, o es un Dios, o es un demonio".
Napoleón Bonaparte.

Ridley Scott es un gran cineasta, y siempre lo será. Es no cabe dudarlo. Y su mano se nota en esta obra, que es, por momentos espectacular, por momentos épica, y, si bien no romántica, al menos sí un retrato de la relación tormentosa entre dos personas que se amaron.

También hay que rendirse ante el arte de Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby. Y es que una cosa es que el guion no haga justicia a los personajes, y otra muy distinta que dicho guion no esté bien interpretado. Ambos hacen un magnifico trabajo. Y dicho sea de paso, tampoco es que ninguno de los dos tenga nada qué demostrar a estas alturas; ya sabemos quienes son y el talento que poseen.

El problema es que, aún siendo el genio del cine que creó "Gladiator", y aún con un reparto brillante, no puedes inventarte un Napoleón como se inventaron a un Máximo Décimo Merídio, por que este último es un personaje ficticio, mientras que Napoleón es un personaje histórico real y además lo conocemos todos en mayor o menor medida. Y lo siento, pero no he visto a Napoleón Bonaparte en esta película.

No voy perder el tiempo desgranando todo lo que NO sale en la película; asumí desde el principio que la vida del corso - tal vez la vida más densa e intensa que ha existido- simplemente no cabe en una película. Ni en tres películas. Ni en cinco tampoco.

Pero si vas a empeñarte en la tarea imposible de resumir la vida de Napoleón en apenas tres horas, lo que no puede ser es que lo que SÍ está en la película sea irreconocible. Puedo asumir Fouché, Talleyrán, o Robespierre estén apenas esbozados; puedo asumir que omitan Trafalgar, la campaña italiana, la guerra en España, a casi toda el clan Bonaparte, Quatre Bras, Jaffa, la victoria sobre Prusia,... puedo asumir - no sin esfuerzo - que ni siquiera aparezcan Soutl, Massena, o Bernardotte.

Pero el que no puede estar ausente es Napoleón. Eso es inaceptable.

Invito a cualquiera a que busque en internet "frases de Napoleón"; las tiene a docenas, todas ellas geniales. En esta película lo único que llega a decir es "la providencia a puesto en mi plato este filete"... y además jamás pronunció semejante memez.

Y lo que ocurre con sus frases, ocurre con sus batallas, con su obra legislativa - ¿no saben que ese hombre inventó el Código Civil? -, sus conocimientos científicos, sus maniobras políticas, sus acciones gloriosas, y también sus crímenes: no sale ni el 1% de lo que fue e hizo Bonaparte, e incluso lo poco que aparece es una parodia.

Ridley Scott, en respuesta a las críticas, se ha burlado de los historiadores. Y bien, nadie dijo que tuviese que hacer un documental. Pero todo un límite.

Una cosa es que no sea leal a los libros de Historia, y otra cosa muy distinta es que su única "fuente" sea la mentirosa propaganda británica del siglo XIX, que pretendía reducir al Corso a un hombrecillo diminuto, patético, y mediocre.

Napoleón Bonaparte uno de los mayores genios de la Historia, y también uno de los mayores criminales. Un gran héroe y un terrible villano. Un dios y un demonio. Pero nunca, jamás, un mediocre.