Esta película de 1980 es bastante olvidable, pero tiene varias virtudes a destacar que merecen ser apuntadas. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de un film de terror muy de la serie B. Y es que se nota que no invirtieron mucho presupuesto, algo que por otro lado no necesitaba, al menos para la historia que la cinta quería mostrar. En ese aspecto, la producción es muy inteligente, ya que aprovecha al máximo todos y cada uno de los elementos que tiene a su disposición y, de este modo, tapa sus obvias carencias. Como indiqué al comienzo de esta crítica, el metraje cuenta con sus recursos a la hora de llamar la atención del espectador. La música funciona muy bien y logra generar tensión con cada nota siempre que suena. Otra cosa que no tiene desperdicio son los planos subjetivos, los cuales unidos a los inquietantes sonidos nos ponen bajo una tensión tremenda. Esto es muy típico de los slashers que estaban tan de moda en aquellos tiempos. La actriz protagonista hace su papel de una manera inmejorable y consigue rozar el realismo. Por otra parte, los defectos son más que evidentes. La casa está muy desaprovechada y no da en ningún momento la sensación de ser la típica vivienda encantada o maldita. El argumento no es malo, ni mucho menos, pero es tan previsible que apenas hay sorpresas. El final también tiene tela, pues resulta sumamente soso. A mí, por lo menos, me ha dejado indiferente. No es una mala opción para pasar el rato. No obstante, es un producto que se olvida prácticamente nada más verlo.