Comedia drámatica australiana sobre la convivencia de un padre comprensivo y su hijo homosexual. La relación entre amos y sus líos amorosos son tratados con gracia y realismo, pero lamentablemente no llegamos a conocer realmente bien a ninguno de los dos.

Los protagonistas están interpretados con acierto por Jack Thompson y Russel Crowe en uno de sus primeros papeles protagonistas. Lástima que se vean forzados a soltar una serie de monólogos que tan sólo paran la trama y evitan al guionista pensar en formas más interesantes de contar la historia. John Polson y Deborah Kennedy también están correctos, pese a que las acciones de sus personajes carecen a menudo de sentido.

Se trata de una historia entretenida, pero da la impresión de que ni el director ni el guionista tenían claro del todo lo que querían contar. Y menos aún el tono con el que presentarla, ya que resulta complicado reírse en medio de tanta tragedia y, todavía más, enternecerse cuando los momentos dramáticos son interrumpidos por gags sin demasiado acierto.

Como uno de los primeros ejemplos de normalización de la homosexualidad, la película merece reconocimiento, pero se tocan demasiados temas que no se zanjan y se introducen personajes que no se desarrollan. Aunque el desenlace no soluciona demasiado, me quedo con su mensaje: la vida es maravillosa, pero puede esfumarse entre tus dedos si no luchas por ella.