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Voto de Cinematic:
7
Terror A Betty (Cristina Marsillach), una joven cantante de ópera, le ofrecen la oportunidad de debutar como protagonista en el "Macbeth" de Verdi, al sufrir un accidente la cantante principal. La obra tiene fama de maldita y, de hecho, empiezan a producirse, en torno a Betty, una serie de extrañas muertes que vendrían a confirmar tal superstición. (FILMAFFINITY)
9 de diciembre de 2014
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Observamos la platea de un teatro desde los ojos amenazadores de un cuervo. Este es más consciente que nadie del desastre que está por venir. Intenta avisarnos con sus graznidos, pero los actores sólo ven en estos una molestia de la que deshacerse. Mediante planos secuencia se nos muestra el caos organizativo que se halla detrás de las bambalinas. Actrices con complejo de divas descontentas con cualquier detalle, productores buscando asegurar sus intereses mediante ruín condescendencia. La joven cantante de ópera Betty es escogida como suplente de la actriz principal en Macbeth. Betty es sensible, receptiva a las advertencias del cuervo. La función resulta ser un éxito, pero tanto los avisos del cuervo como los miedos de la actriz se ven consumados; un trágico incidente en uno de los palcos, una muerte que da coba para la superstición de una supuesta obra maldita.

El comienzo de Opera nos muestra a un Dario Argento en plena forma, tal vez como no lo vayámos a ver nunca más. Tras el inicio, se nos presentan un surtido de personajes sospechosos: un investigador que resulta ser fan de Betty, la asistente de esta o el propio director de la obra (Ian Charleson), misterioso y obsesivo. La muerte de unos irán descartando candidatos hasta la revelación final. Debe decirse que el guión cae en la ridiculez y desafía a la lógica en incontables ocasiones, declarándose como mera comparsa para plasmar los intereses estéticos y visuales de Argento. Pero es esa completa desfachatez, ese desparrame tan sincero, el que la sitúa por encima de otras propuestas medianas de Argento como Tenebre, que no terminan de apuntalar su potencial. En Opera todos los elementos recurrentes del cine Argento están en su mejor forma. El juego de colores (iluminación roja en la habitación de la protagonista cuando el peligro acecha), planos interiores de coches mientras la lluvia resbala por los cristales, y por supuesto, una cámara dinámica y juguetona.

Esta es pues, una película que encuentra su mayor fuerza en lo cinético. Por tanto, es una película de momentos, en las que destacan dos especialmente. El primer encuentro entre la protagonista y el asesino. Este escoge el lugar más elegante posible para torturar a la protagonista. La ata, y pegando con celo unas agujas curvadas en el contorno de sus ojos, le obliga a observar el sangriento asesinato de su novio sin poder parpadear. Argento se detiene en los detalles escabrosos de este escena, pero a la vez está tan deliciosamente planificada que surge la paradoja que busca Argento, y por extensión el giallo: hallar placer en algo prohibido, convertirte en voyeur y no poder apartar la mirada de los actos del asesino... Probar la sangre y deleitarse ante su dulzura en vez de escupirla. Tal vez la visceralidad de las muertes tenga también relación con el contexto de la película, y es que a Argento no le dejaron dirigir la ópera de Verdi 'Rigoletto". No parece muy casual que tras ese chasco hiciera una película en la que se suceden asesinatos en un teatro donde se está preparando otra obra de Verdi...

El otro momento que sobresale es el ataque del asesino en la casa de la protagonista. La iluminación exterior colándose por las persianas, los flashes verdes y demás elementos estéticos contribuyen a crear expectación para la escena del disparo tras la puerta. El modo en el que está rodada, con planos subjetivos de la mirilla, un imposible plano macro de la bala y una cámara lenta que muestra el recorrido de esta, hacen pensar en los momentos más álgidos de Brian De Palma. Tras esa gran escena, una niña salida de la nada guía a la protagonista por un pasadizo a lo Misión Imposible. Al parecer se pasaba el día espiándola porque sus padres discutían mucho. Sí, tal es la desfachatez del guión. En Opera conviven lo mejor y lo peor. Si estás atado a la lógica y gritas en desesperación cada vez que los personajes de una película hacen algo que va en su contra, no te acerques a este film. Si por el contrario gustas de emociones viscerales, estética refinada y no te chirría el contraste entre una dirección virtuosa y un tontuno guión, disfruta del viaje.

La ambivalencia cualitativa se ve con claridad en la escena de la última representación teatral. Se liberan a una manada de cuervos en el teatro con el dudoso fin de capturar al asesino (¿Tienen los cuervos un sexto sentido? ¿Lleva el asesino perfume de cuervo?). En realidad, no es más que una excusa para que Argento pueda emplear unos planos subjetivos moviéndose en círculos, que recuerdan a 'La Doble vida de Verónica' de Kieslowski y acaban mareando más de la cuenta. Aquí el exceso clama por un motivo de peso que lo sustente. Pero inmediatamente después, un cuervo arranca un ojo del asesino y lo saborea con el pico hasta comérselo. Otra vez, el espectador se debate entre desdeñar la ridiculez del conjunto o valorar su inaudita extravagancia. Porque cuando crees que ya lo has visto todo, te sorprenden con ese final a lo Terrence Malick, que no tiene nada que ver en tono a anteriormente visto, pero que tampoco está exento de significado. Una chica que ha sufrido y ha sido torturada en compañía de humanos, acaba encontrando en las flores y la naturaleza su último refugio.
Cinematic
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