El mayor logro de esta película es ese. Recordarnos que solo somos ovejas estabuladas que creen que el pienso hecho con harina de ovejas muertas y otros residuos proteínicos es delicioso. Es cierto que el pienso viene en bonitos pellets redondos y que tiene todo lo que necesita el cuerpo para poder seguir pagando entradas de cine o la cuota de la televisión, pero es solo porque ya no recordamos el sabor de la verdadera hierba.
Visualmente es perfectamente aceptable, como ocurre desde hace años, los subterráneos de la película están a la altura de lo que esperas del progreso técnico del mundo en treinta años.
Por desgracia, el guión a involucionado. No solo se sumerge en el estereotipo sino que los lugares comunes están aburridamente llevados.
Es una copia efectista llena de escenas vacías que solo ambicionan parecer profundas. Tyrrell por Warren. Malo con kimono que habla despacio y besuquea a la gente mientras le clava el bisturí y filosofa a lo barato. Malo hipster sobón, amable y psicopático. Pero este no es Tyrrell, no sabe nada, no apela a nada, porque él pese a su pompa pseudoreligiosa y megalómana sigue sin ser.
Pero es tan bonito. Tan bien hecho que no puede decirse que es mala. Pero lo es.
Totalmente prescindible, como lágrimas en la lluvia.