Segunda entrega de una de las sagas más famosas del cine. A todo hay que decir que el dicho aquí no se cumple. Lo que más me llama la atención de ésta, es su capacidad para crear un mundo de fantasía difícilmente creíble hoy, no ya porque seguramente se hayan reído de algunas escenas que con el paso del tiempo resultan inverosímiles, exageración innata de los años ochenta donde la imaginación y la exageración iban a la par, sino porque los escenarios son bastante desconocidos y exóticos como lo es la China o la India. La historia es capaz de transportar al espectador a estos lugares que seguirían siendo misteriosos y recónditos si no fuera porque ahora vivimos en un planeta comunicado globalmente al segundo. Por eso, ver películas como ésta dejan un buen sabor nostálgico y un deseo de haber vivido en una época pasada donde viajar era algo impredecible y exótico.

La razón por la que me decanto por esta parte y no las otras es estética en gran parte. Por un lado, hay un ambiente misterioso que cubre todo el desarrollo de la cinta cuando la historia tienen lugar en el templo. Spielberg logra crear un ambiente claustrofófico y maligno que hace que te olvides hasta del país y la fecha, aquí sólo importa ese micromundo de paredes y de maldad. Obviamente, todo este argumento es aliviado con frecuencia con chistes y gracias que recuerdan al espectador que sigue viendo una película de aventuras, pero el fondo ahí está. Uno no puede esperar credibilidad, esto es el siglo XX y es cine de aventuras, los parámetros son distintos. Lo cierto es que la historia está muy bien cuidada. Es rápida y cuenta con momentos impredecibles y exaltantes además de un guión irónico muy comedido, algo que veo sobrepasado con desfortuna en las demás. La música por supuesto, memorable para muchos y mejorada después de la primera entrega, con más arreglos.

La película es una joya vista desde el punto de mira aventuresco. Tiene un punto muy valorado como es la capacidad de traslación cuando comienza en el restaurante en ese ambiente mafioso y a la vez lujoso que nos trae el recuerdo de otras cintas. De ahí pasamos por arte de magia a un lugar recóndito, sin esperarlo ni predecirlo, y ahí y mediante el azar llegamos al templo. Quizás sea esa sorpresa narrativa y escénica lo que haga especial a esta entrega, o quizás aquí Indiana no sea el Indiana que conocemos en las otras. Para mí, éste es más serio, menos cínico y frívolo. Usted lo comprobará.