Cuando se estrenó la película, ni me interesó verla: soy de la generación que se creyó el Batman de la tele y, tras la genialidad de Tim Burton en la primera película hasta llegar al hombre helado del gobernador Arnold, pensé que ya estaba todo dicho.
Y no.
Me encontré con un guión que vino a rescatar el debate sobre la falta de razón de ser del hombre moderno y, valiéndose del comic, puso en la pantalla una serie de dilemas existenciales y morales que ya no se discute en términos intelectuales que la gente pueda comprender.
Bravo.
Después de ver esta película, uno está convencido de que no todo está dicho a través de Batman y, en lo íntimo, llega a preguntarse: ¿Cuándo aparecerá en nuestro mundo real? Pregunta sustentada desde este lado de la pantalla donde, paradojalmente, todo está tanto o más loco que en el comic.
En fin, la pelicula me gustó y me impulsó a ver la otra que le sigue. ¿Funcionó el mecanismo de entretenimiento yanqui? Y sí, pero ojo, que cuando lo hacen bien, son de lo mejor. Como en este caso.