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Voto de Don Hantonio Manué:
9
Fantástico. Acción. Comedia Eddie Brock (Tom Hardy) y su simbionte Venom todavía están intentando descubrir cómo vivir juntos cuando un preso que está en el corredor de la muerte (Woody Harrelson) se infecta con un simbionte propio. (FILMAFFINITY)
5 de noviembre de 2021
9 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy sorprendente. Se destapa Andy Serkis en esta nueva entrega de un personaje aparentemente menor de Marvel como un interesante francotirador y como un atento lector de Dostoievski.

No es casual que esto lo haya acabado dirigiendo él, un hombre de mil rostros, buen conocedor, gracias a su más celebrada interpretación, de la mente de una criatura atormentada, escindida, corrompida por el mal… de que esa lucha de la luz contra la sombra siempre ha tenido un único campo de batalla; el corazón humano.

En esta reelaboración encubierta de "Crimen y castigo", ahora en un contexto de ultramodernidad, Sonia ya no puede rescatar del infierno a Raskolnikov-Eddie Brock: el adulto con responsabilidades, esa cara visible de quien ejerce un oficio, como es el periodismo, que le convierte en un farsante, para todos y para sí mismo, un adepto del gremio de la posverdad (lo ilustra muy bien Hardy con su hábil interpretación, la de un tipo que no sabe muy bien quién es, dónde se ha metido ni cuánto le van a pagar por su trabajo).

Por su parte, Venom es más que el adolescente eterno, el compi de piso politoxicómano y mala influencia; es lo dionisíaco, el lodo primordial, o la oscuridad que mora en nuestro fondo mas abyecto… esa cosa llena de dientes que practica la libertad extrema de un Sade, que se alimenta, cómo no, del órgano del raciocinio, cuya lengua lasciva contiene un inequívoco significado fálico. Ahora es él la víctima, el líder carismático de los desheredados, de las minorías que reclaman su sitio, coartado, castrado hipócritamente por mucho, demasiado tiempo.

Sin embargo, y aquí reside la genialidad de Serkis, los conceptos aparentemente superados del bien y del mal, disueltos en la sopa posmoderna y relativista, aún perviven. El policía, como principal representante del orden y la moral vigente, es el único capaz de captar la oscura verdad de Brock. Las dos mitades deberán reconciliarse, restablecer la unidad perdida del espíritu, para derrotar a un grupo de enemigos que configuran un triángulo amoroso que es la réplica exacta del de ellos dos. Villanos igualmente torturados, objeto de injusticias; uno de ellos es una mujer negra cuyo arma no puede ser otra que su propia voz, su grito empoderado capaz de destruirlo todo, incluida la tóxica masculinidad de Venom y Matanza (y he aquí su simbolismo, su significado último)… el espacio de la catedral funciona además como metáfora, el hombre dividido deberá retornar para la batalla definitiva al espacio de los ritos, de la religiosidad extinguida y parodiada hasta la saciedad, pero que aún se mantiene como poderoso significante.

Puede parecer que estemos ante una trama dilatada con humor de los noventa (Venom preparando el desayuno) y una resolución precipitada, entre confusas toneladas de CGI; en realidad se está replicando en imágenes la escritura quebrada, como a borbotones, de un genio ruso que siempre entendió la novela como explosión torrencial del lenguaje, capaz de desbordar los estrechos márgenes de un género narrativo. Algo similar hace aquí Serkis con este descomunal canto de amor y de odio al género humano, este desgarrado poema en imágenes.

No me olvido de la referencia a nuestros inmortales Don Quijote y Sancho Panza... pues como todos los genios de la historia del arte y del pensamiento, Serkis hace gala de raigambre cervantina.
Don Hantonio Manué
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