Al loro con la sobrada. Peli japonesa, subtitulada, con muy pocos diálogos, y tres horas cuarenta minutos en blanco y negro. Bueno, en un tono sepia que para muchos viene siendo lo mismo. Si esto no te asusta, has de saber que es una de las mejores obras que se hayan filmado nunca. Como podrás imaginar, poco tiene que ver con el cine convencional que se suele ver en salas comerciales o en televisión. Esto es otra cosa. En ningún momento tiene uno la sensación de que un listillo te la esté intentando colar; sólo hay personajes. Algunos son de carne y hueso y otros simplemente son.
El paisaje, el tiempo, la luz... lo que se ve y lo que no. Aoyama lo hizo como quiso, del único modo en que podía hacerlo honorablemente. Como un artesano, como un fabricante de violines que lija y lija hasta conseguir la adecuada tonalidad aunque nadie note la diferencia.
Las interpretaciones son perfectas. La música, la poca que hay, está en su justo lugar. El paisaje sonoro, efectos y eso, magistral. La luz es una maravilla, especialmente las escenas nocturnas. Y la historia, en fin, una de las más lúcidas reflexiones sobre naturaleza humana de nuestro tiempo.
Para mi gusto, Aoyama lo ha clavado. No le sobra nada.