Muerte de un ciclista es uno de los grandes clásicos del cine español. Una pareja de amantes atropellan a un ciclista y deciden abandonarlo antes que auxiliarlo. El crimen pesa en la conciencia de ambos que junto a su relación secreta empieza a condicionar el matrimonio de ella y el trabajo de él. El tema de la culpa, la responsabilidad, la traición y el egoísmo rodean su relación y auspician un desenlace inmejorable.

Más reseñable es la indudable comparación que se hace en torno a la relación de los dos amantes y la guerra civil. Las consecuencias del conflicto bélico sobrevuelan la película, no como un elemento principal, pero sí como el que estructura la trama. Memorable es el soliloquio final del protagonista.

La película es amena y ágil, de planos bellos y conversaciones directas y ricas, tiene muchos artificios para enganchar al espectador a la butaca. El guion es fantástico, donde cada una de las conversaciones y cada uno de los planos tiene un valor fundamental dentro de la película; a la película no le sobra nada, como tampoco le falta. No está de más recordar que la película fue rodada en la España de la posguerra, con un país empobrecido y lleno de miseria, por lo que el resultado de la película tiene aún más valor. El tiempo la ha colocado en el lugar que se merece, después de sesenta años la película ha envejecido muy bien, para convertirse en una auténtica obra de arte.