¡Qué sencillo parece hacer una buena película cuando es Clint Eastwood el que se pone al frente! Si a eso le añadimos a un actorazo bastante desaprovechado normalmente como es Morgan Freeman el resultado cuanto menos tiene que ser bueno.

Toda la historia que antecede al Mundial de rugby es sencillamente magistral, estamos ante una película made in Eastwood, es decir, una buena historia narrada con sencillez, sin alardes de ninguna clase pero con un pulso inigualable.

Capítulo aparte merece la interpretación de Morgan Freeman, simplemente alucinante su forma de hablar, su acento sudafricano, su pose, es una de esas interpretaciones que pasarán a la historia del cine.

El problema de la película es su parte final, excesivamente centrada en los partidos de rugby (incluso el mismo autor de la novela se ha mostrado extrañado de que el partido final dure tanto) y en la que Mandela (digo, Freeman) pierde algo de protagonismo, es entonces cuando la historia se resiente, aunque hay que resaltar que las escenas están muy logradas.

Con todo y con eso, Clint prosigue con su catarata de buenas películas como si estuviera haciendo rosquillas.

Y que nos dure muchos años.