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Voto de Tokio ya no nos quiere:
7
Terror. Aventuras Seis amigas se reúnen en una remota montaña para emprender una expedición espeleológica. Juno, que dirige al grupo es dura, persuasiva y peligrosa. Las demás son las hermanastras Rebecca y Sam, Holly y Beth, una profesora de inglés que va a regañadientes para cuidar de Sarah. Ésta se está recuperando de un colapso mental causado por la muerte de su marido y su hijo un año antes. El grupo queda atrapado en una cueva cuando una roca se ... [+]
13 de abril de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Partiendo practicamente del mismo esquema argumental de su anterior película, su ópera prima Dog Soldiers, su director y guionista , Neill Marshall , logra en esta segunda ocasión una pelicula más conseguida, puliendo las irregularidades y potenciando al mismo tiempo todas las virtudes de aquella, alcanzando un resultado final, un acabado, que roza lo perfecto.

La excesivas caídas de ritmo de su primer trabajo son sustituidas aquí por una constante tensión narrativa, un nervio omnipresente. Su uso de la atmósfera no podría ser más asfixiante y angustioso, sustituyendo las limitaciones físicas de lo que entonces fue un bosque y una cabaña por las multiples posibilidades que ofrece una cueva que se prolonga cientos de metros bajo tierra, ese utero de muerte y roca y humedades que aprisiona en su noche infinita a las insconcientes protagonistas de esta historiay que al mismo tiempo da cobijo y un hogar/merendero a las criaturas a las que servirán de alimento.

La agorafobía muda su piel por la de la claustrofobia y los hombres lobo de entonces serán los homo abisalis de ahora, menos peludos , más viscosos, igualmente terroríficos, y probablemente igual de hambrientos y desalmados.

Aquellos soldados serán las chicas guerreras de ahora, más hermosas y adorables pero igualmente vulnerables. Ya saben y , es por todos conocido , que la fragilidad del cuerpo humano frente al HORROR no distingue entre sexos.

Si hay algo que quede intacto y aúne ambas peliculas es el buen hacer técnico del director británico, su indudable capacidad para rodar planos díficiles de forma que resulten sencillos, así como la brutalidad de los mismos, la fisicidad de horror que nos muestra, su gusto por lo sangriento, su tendencia al impacto. Y claro está, su amor por el género.

Si algo es The Descent, aparte de un “descenso” hacia un infierno mental y físico, un viaje al dolor y a la locura, es una gran película de terror ( ¿terror espeleológico?) en la que, salvo castigo divino mediante, jamás decidiría voluntariamente quedarme a vivir. O a morir. Ya me entienden.
Tokio ya no nos quiere
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