Cuando se habla de película bélica se está acostumbrado a los grandes despliegues de armas y hombres, enfrentamientos despiadados, ataques en masa...Uno de los méritos de este film es mostrar que aún en las más encarnizadas contiendas también existen los espacios desolados, el silencio profundo. Hay una misión que cumplir que linda en el autosacrificio, pero también es la única posibilidad de que cientos de hombres puedan sobrevivir. Con ese objetivo parten los cabos Blake ( Dean-Charles Chapman) y Schofield ( George MacKay), Así se asiste a su trayecto y de una manera atrapante, con la cámara que va serpenteando para tomar perspectivas admirables, no para deslumbrar. sino como búsqueda de hacer participar al espectador de todo el horror que la guerra implica...Y ahí están los laberintos de las trincheras, las reacciones particulares de cada uno de los allí apiñados y en donde las jerarquías tienen poco que ver ante el miedo a morir. La música LLENA cada escenario, remarcando la tensión con su fragor o el latido casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la vida en medio de tanta destrucción.