Un thriller muy típico de hombre/padre/padrastro psicópata (o maníaco cuya extrema y peligrosa locura se va manifestando progresivamente), pero que llama la atención por ser totalmente desconocido dentro del panorama del cine español de terror pese a sus aciertos parciales. ¿Cuáles son estos? No, desde luego, el guion (demasiado previsible), ni la atmósfera y la ambientación (flojas), ni las interpretaciones (Echanove resulta más bien grotesco y Emma Suárez parece una aficionada), sino el ritmo narrativo. Se trata de una película que, a pesar de los pesares, engancha al espectador, no decae ni se extravía hasta el final.
Frente a tanto cine plúmbeo, esta película española podría competir dignamente con los thrillers americanos, de temática similar, que inundaron nuestras pantallas en los años noventa.