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España España · Madrid
Voto de Argay:
8
Musical. Drama. Romance Ambientada en el París bohemio de 1900. Satine, la estrella más rutilante del Moulin Rouge, encandila a toda la ciudad con sus bailes llenos de sensualidad y su enorme belleza. Atrapada entre el amor de dos hombres, un joven escritor y un duque, lucha por hacer realidad su sueño de convertirse en actriz. Pero, en un mundo en el que todo vale, excepto enamorarse, nada es fácil. (FILMAFFINITY)
1 de mayo de 2008
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Montaje frenético, arrollador desde el comienzo sin dar tregua a un espectador desconcertado por todo lo que acontece en el film. La ola noir envuelve con una fragancia inusitada un musical clásico ¿o al revés? Baz Lurhmann realizó con inéquivoca precisión un frenesí latiente de imágenes aceleradas programadas al servicio de grandes artistas de la música que conformaban un cuadro despiadado donde tejer una gran historia de amor, que al final se conformaba con ser el hilo conductor de algo mucho más importante.
Rediseñando su propio concepto visual y sonoro, escenificado anteriormente en Romeo y Julieta, Lurhmann lo mejoró y lo dotó de mayor profundidad de espectáculo. Es posible que narrativamente fuera incluso menor la incidencia de este en el espacio de la película, pero su lugar lo ocupo un carácter furioso, sobrexcitado que invitaba a jugar al público con una de esas rarezas que ocupan las páginas de los coleccionables de cine. Nunca antes el género musical había brillado con tanta intensidad desde una perspectiva tan radical y moderna. Nunca se había hecho tanto hincapié en homenajear al mismo tiempo a la obra clásica. Nunca el espectáculo estuvo al borde de la catarsis como aquí (bueno, desde Cabaret), nunca fue tan valioso el concepto "más siempre es más". Lurhman sabía que en ningún otro género se iba a sentir tan cómodo como en el musical para decir en voz alta: La forma prima sobre el fondo. Y si, además estaba Kidman y McGregor para dar brillo a sus esplendidas voces, sus cargados gestos dramáticos y su esplendorosa belleza, que aquí brillaban más que nunca. Detrás John Leguizamo (uno de los protegidos de Luhrmann) y Broadbent rayaban la perfección en sus correspondientes papeles. "The Show must go on", debió pensar Lurhmann al hacer el film. Espectáculo ante todo, sobre todo, y eso si (no) para todos. Disfrútenla!
Argay
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