A Hollywood le gusta mucho todo lo relacionado con los ídolos que tocan techo y caen, de un día para otro, de ese pedestal en el que se les coloca. Recrear la caída es parte del proceso, y “Redención” es un buen ejemplo. Pero lo mejor de todo es que tras esos dos actos, hay un tercero mucho más jugoso: creer en uno mismo, encontrar la motivación y levantarse.

La película es precisamente eso, un descenso hasta lo más profundo del personaje principal, que cual boxeador profesional, ve cómo la vida lo golpea una vez y otra vez para tener que volver a levantarse después de caer a la lona. Pero como buen púgil, el protagonista encuentra una motivación para seguir adelante, una hija que lo es todo para él. Es aquí donde reside la parte más sensible de la película, la más lacrimógena, pero Fuqua no fuerza nunca las situaciones y es capaz de encontrar el momento justo para introducir estas secuencias entre la acción.

Pocas veces el título de una película ha hecho tanta justicia al argumento que desarrolla. Y esta vez no se trata de una mala traducción, de hecho el título original no va en esta dirección, sino de una libre que engloba el sentido de la película. Este descenso a los infiernos nos muestra el camino de Hope, un Gyllenhaal excelso. El trabajo del protagonista es excepcional hasta convertirse en el alma de la historia. Con un brutal trabajo físico detrás, la parte emocional brilla también dando profundidad a un personaje lastrado. A su lado Whitaker pone la calma, la sabiduría y el sentido necesarios, recordando al excelente Eastwood de “Million Dólar Baby”.

No hay nada demasiado nuevo en “Redención”, pero de sobra controla todos los elementos que utiliza, con una historia dramática que contiene el optimismo y el tesón necesarios para salir adelante, y con un Fuqua que tira de experiencia sobre todo con una buena colocación de la cámara en las peleas y un ritmo constante que facilita meterse en la historia. Una interesante película de boxeo que va más allá de los combates.