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España España · Madrid
Voto de Moody:
6
Drama En el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, un prisionero judío húngaro llamado Saul, miembro de los 'Sonderkommando' -encargados de quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-, encuentra cierta supervivencia moral tratando de salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño que toma como su hijo. (FILMAFFINITY)
15 de junio de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Holocausto, que ha sido escenario de multitud de historias inenarrables, vuelve a ser protagonista de una película que ha arrasado en la temporada de premios hasta conseguir el ansiado Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Este horrible hecho histórico, que posee tantas historias personales como uno quiera encontrar, revela en “El hijo de Saúl” un vistazo sobre un grupo de personas condenadas no sólo a la muerte final, sino al horror de su día a día.

Basada en la vida de los miembros de los sonderkommando, un infierno continuo, el espectador pronto se da cuenta de que no va a ser una película fácil. Gracias a la personal manera de mantener esa cámara por parte del director nos ahorramos las escenas más gráficas, lo que no significa que nos aisle de lo que ocurre fuera de plano. Con la cámara tan cerca del protagonista, casi colgada a su espalda, la sensación de agobio y angustia es permanente. Sin embargo, su original dirección también hace que, en ocasiones, resulte un poco fría y distante y se aleje del espectador, algo que disminuye su imapcto. Al principio resulta hasta incómodo este tipo de narración, y aunque no se puede negar que su efecto en el visionado es nuevo y original, le falta contundencia para noquearnos, solamente nos zarandea. Pronto el protagonista (un excelso Röhrig) ocupa toda nuestra atención, y es el encargado de transmitirnos el horror que vive con poco más que sus expresiones y su movimiento continuo. Sin su actuación la película debería haber meditado un nuevo planteamiento.

El argumento es a la vez sencillo y complejo. El protagonista, harto del infierno en el que vive, culpable por su tarea en el campo de concentración, encuentra un motivo por el que luchar intentando enterrar el cuerpo de un niño. Un hecho tan humano que choca de frente contra la existencia del propio lugar y de las prácticas que se realizaban. Es por esto que el núcleo de la película, un oasis en el desierto, sea tan utópico e inalcanzable incluso para el espectador, impotente ante la barbarie desde su butaca.

Un relato duro y cruel que cuenta la historia a través de los ojos de un protagonista que lucha mientras puede contra pronóstico que no deja indiferente a nadie y que juega bien sus cartas (esa atmósfera turbia, blanco y negro fundido a gris) que resulta intenso al comienzo y que pierde fuerza hacia su mitad, quizás por la atención que hay que prestar.
Moody
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