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Voto de antonalva:
2
23 de diciembre de 2014
64 de 108 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué nadie se atreve a manifestar que estamos ante una película profundamente aburrida, charlatana, gárrula y prescindible? ¿Qué miedo parecen tenerle tanto el público como los críticos a poner a caer de un burro a la vaca sagrada de Woody Allen? ¿A qué se debe que se le permita acometer verdaderos crímenes a la amenidad y el entretenimiento sin que nadie se atreva a decir que el rey está desnudo, famélico y achacoso? Como mucho se ha insinuado – como de pasada y casi pidiendo disculpas – que esta cinta no está a la altura del corpus magnum de Woody Allen (lejano en el tiempo pero innegable). Pero nadie ha puesto el dedo en la llaga: esta cinta es un pestiño aburridísimo, inane, agotador y parlanchín, carente de encanto y repleto de los peores tics y regurgitaciones del cineasta.
Es tan mala que parece hecha de los retales del peor cine español: te cuanta lo que va a pasar, te cuenta lo que está pasando y te vuelve a contar lo que ha pasado, una y otra vez, en cada escena, en cada secuencia, a cada ocasión. No hay sorpresa, ni capacidad de elipsis, ni narrativa visual, ni cabida a la sugerencia, ni encanto, ni mordiente, ni un mínimo de rigor ni exigencia crítica. Las cosas ocurren porque se le ha metido en la cabeza al anciano rijoso de Allen que tienen que ocurrir, hagan sentido o no, hagan avanzar la anémica trama o no, aporten algo a la creación de los personajes o supongan una evolución en sus inanes planicies emocionales. Tener que realizar y estrenar un proyecto al año parece una obsesión mórbida y enloquecida de quien antaño fuera interesante cineasta.
Los actores luchan con sus imposibles y exánimes cometidos, tratando de dotar de vida a lo que no llega ni a esbozo desdibujado de personajes harapientos. Produce vergüenza ajena ver a buenos actores malgastar su saliva en textos romos y sin gracia alguna, incapaces de insuflar un mínimo de vida a semejante engrudo plomizo. Colin Firth, Eileen Atkins, Emma Stone o Marcia Gay Harden parecen zombis exangües. Tan solo Jacki Weaver infunde a sus pocas frases con su gracejo y sorna irrepetible.
En definitiva, un solemne gatillazo indecoroso. Un aburrimiento infame y una tomadura de pelo mayúscula. Insufrible y prescindible. El rey está muerto. Y ya hiede.
Es tan mala que parece hecha de los retales del peor cine español: te cuanta lo que va a pasar, te cuenta lo que está pasando y te vuelve a contar lo que ha pasado, una y otra vez, en cada escena, en cada secuencia, a cada ocasión. No hay sorpresa, ni capacidad de elipsis, ni narrativa visual, ni cabida a la sugerencia, ni encanto, ni mordiente, ni un mínimo de rigor ni exigencia crítica. Las cosas ocurren porque se le ha metido en la cabeza al anciano rijoso de Allen que tienen que ocurrir, hagan sentido o no, hagan avanzar la anémica trama o no, aporten algo a la creación de los personajes o supongan una evolución en sus inanes planicies emocionales. Tener que realizar y estrenar un proyecto al año parece una obsesión mórbida y enloquecida de quien antaño fuera interesante cineasta.
Los actores luchan con sus imposibles y exánimes cometidos, tratando de dotar de vida a lo que no llega ni a esbozo desdibujado de personajes harapientos. Produce vergüenza ajena ver a buenos actores malgastar su saliva en textos romos y sin gracia alguna, incapaces de insuflar un mínimo de vida a semejante engrudo plomizo. Colin Firth, Eileen Atkins, Emma Stone o Marcia Gay Harden parecen zombis exangües. Tan solo Jacki Weaver infunde a sus pocas frases con su gracejo y sorna irrepetible.
En definitiva, un solemne gatillazo indecoroso. Un aburrimiento infame y una tomadura de pelo mayúscula. Insufrible y prescindible. El rey está muerto. Y ya hiede.