Esta crítica, es un sentido homenaje a Peter Jackson. Un director que tiene ganado mi respeto gracias a películas como la que nos ocupa. "El Hobbit: La desolación de Smaug" es un manual exhaustivo de casi tres horas de duración sobre como transformar un universo que ya forma parte del recuerdo colectivo en un ejercicio sobrecogedor y emocionante de aventuras incansables, sin languidecer en los caminos de la cansina reiteración.

Siendo justos, en esta segunda entrega de la nueva trilogía ambientada en la Tierra Media, no hay nada que renueve formal o argumentalmente lo visto anteriormente. Persecuciones por hermosos parajes; orcos y arañas gigantes luchando contra hobbits, enanos, elfos y humanos; constantes idas y venidas por caminos peligrosos persiguiendo alcanzar una meta que encierra mayores riesgos... En definitiva, esa misma historia que nos enamoró a muchos en la trilogía de "El señor de los anillos" y que ahora con "El Hobbit" nos traía una historia de iguales bases y que en su primera parte, mostraba un desarrollo más trivial e infantil que en las aventuras de la compañía del anillo, pero de resultados más que aceptables.

Sin embargo, es ahora con esta segunda entrega, cuando Peter Jackson deja las divagaciones de lado y desde el primer minuto, nos ofrece una cinta de entretenimiento en la que, por primera vez, se permite la libertad de tomarse una buena cantidad de licencias para introducir elementos alejados de la historia de J.R.R. Tolkien, y ofrecer a su público una cinta épica y cargada de aventuras. Con una marcada influencia de directores como Spielberg o George Lucas, "La desolación de Smaug" es un viaje sin descanso por los cánones del cine de aventuras. Un recorrido donde la emoción, la tensión y la diversión no dan descanso al espectador que recupera esa ilusión por la magia del séptimo arte gracias al excelente trabajo del neozelandés tras la cámara. Movimientos imposibles y coreografías inimaginables varias, que consiguen encandilar los ojos de aquel que se sienta en la butaca y se deja apabullar por una obra de dimensiones gigantescas con un diseño de producción y un despliegue de medios sobrecogedor.

Por el camino, se echa en falta un desarrollo más exhaustivo de algunos de los personajes de la película, mientras que otros se diluyen en peso e interés en comparación con la primera entrega, como es el caso de Thorin Escudo de Roble, que se convierte en el mayor damnificado de ese ritmo frenético de la película. Por contra, aparacen viejos conocidos y se presentan a un par de personajes bastante sólidos y que empatizan rápidamente con el espectador, como son los interpretados por Evangeline Lilly y Luke Evans.

Una auténtica delicia de película para los amantes de un director que sabe mantener el timón de un barco tan gigantesco como el de la Tierra Media sin perder a sus seguidores por el camino; y que pese a su final abrupto, nos deja con ganas de saber si Peter Jackson conseguirá finalizar esta nueva trilogía con una película tan redonda como la que cerraba su anterior trilogía. De momento, con esta película-bisagra, supera a su predecesora y deja buenas sensaciones, que aunque alejadas de la magnificencia de las aventuras de Frodo, promete un desenlace épico como sólo el señor Jackson sabe.