En España no estamos acostumbrados, entre tanto maniqueísmo y tanta pose, entre tanto diseño y tanto director de arte y ensayo, a encontrarnos con que aquí hay talento para el buen cine policíaco. Para ese cine que genera industria, ganas de ir a la sala, de quedarte clavado en secuencias de acción o en esos momentos de calma que este director ha sabido filmar antes de la tempestad.

Se dirá de esta película que hay cine en Alpha que le debe cuentas al documental. Yo digo que le debe más a la observación directa de los personajes que pueblan las cloacas de una ciudad. Hay un guión que se debe haber escrito en garitos con la puerta cerrada y contraseña en la entrada, en despachos de policías con ganas de contar historias, en ratos intensos en permisos carcelarios...

Eso y, sin ningún complejo, bagaje de buen cine americano detrás. Sí, esta película huele a Michael Mann sobre todo, a poesía visual nocturna y balaceras frenética de automática. A malos de película y otros, los que más me gustan, malos de verdad: de todos, me quedo con el personaje de Juan Carlos Vellido, no se ha rodado nunca en este país un tipo más duro y más real que el suyo. Y la escena del atraco a los "narcos", pura adrenalina en vena, tal y como es en el mundo real la droga de ese tipo de delincuente.

Al cine todos a comer palomitas y a comentar la película con una buena cerveza después en tu bar favorito.